Lo mejor de las alitas de pollo es que son piezas pequeñas, con poca carne, pero al mismo tiempo jugosas, tiernas y sabrosas. Por ese motivo lo mismo se pueden tomar como aperitivo que como entrante o acompañante. Al igual que el pollo, las alitas son muy versátiles en la cocina, ya que se pueden preparar de mil formas. Se pueden freír, empanar, rebozar o, para que sean más saludables, se pueden cocinar al horno. Esta es la manera en la que vamos a hacer las nuestras, ya que así tendrán menos aceite y serán menos calóricas, sin contar que de esta manera estarán aún más deliciosas.
Ingredientes para las alitas de pollo

Hacer unas alitas de pollo rebozadas es una de las recetas más sencillas que existen, ya que no nos van a llevar mucho tiempo en la cocina y tampoco vamos a perder muchos minutos en conseguir sus ingredientes. Éstos serían 10-12 alitas de pollo, ⅓ de una taza de harina, una cucharada de pimentón ahumado, una cucharadita de pimienta negra, media cucharadita de cayena molida, ajo majado en aceite de oliva y sal.
Cómo cortar las alitas de pollo

Las alitas de pollo se pueden comprar ya cortadas o cortar en casa por sus articulaciones. Si optar por esto último, en realidad es una tarea muy sencilla, lo único que se necesita es un buen cuchillo y un poco de paciencia. Lo primero es revisar todas las alitas y comprobar que no se ha quedado ninguna pluma. Si hubiese alguna, se elimina con ayuda de unas pinzas. Es fundamental que queden lo más limpias posible. Después se debe separar el muslo de la parte del ala y a esta última parte hay que quitar la punta. Si uno se fija verá que tanto entre la parte del muslo y del ala como entre la punta y el ala hay cartílagos, es decir, son dos partes móviles. Es por ahí por donde se deben realizar las incisiones. Hay que hacer este proceso cuidadosamente, cortando los tendones y separando cada una de las piezas, poco a poco y evitando cortar el hueso, para que no se astille.
Primeros pasos

Una vez que tenemos las alitas limpias se ponen los trozos que vamos a comer en una fuente, las salpimentamos y las reservamos mientras preparamos los ajos con los que les daremos un extra de sabor. Se pelan los ajos (la cantidad depende del tamaño de las alitas de pollo que hayamos comprado y de lo que nos guste a nosotros el sabor del ajo) y los machacamos bien en un mortero con un poco de sal gruesa para que no salten del mortero al golpearlos. Se reparte la pasta de ajo sobre las alitas, se remueve para que todas queden bien impregnadas y se las deja reposar al menos unos 15 minutos.
Últimos pasos

Para finalizar nuestra receta de alitas de pollo rebozadas, cuando haya pasado el tiempo, se pone en una sartén aceite de oliva abundante al fuego para que se vaya calentando. Mientras se calienta el aceite, se baten los dos huevos en un cuenco y se echa la harina en otro. Se van pasando las alitas por la harina y luego por el huevo, y acto seguido las vamos echando en el aceite caliente por tandas. No hay que echar muchas alitas a la vez para que el aceite no se enfríe, pues si se enfría cogerían un exceso de aceite y no sabrían del todo bien. Se deja que las alitas se hagan bien tanto por un lado como por otro y una vez doradas se sacans a una fuente con papel de cocina para que absorba el exceso de aceite.
Cómo conseguir que estén crujientes

Como ha quedado claro, preparar unas alitas de pollo rebozadas es muy sencillo. La única dificultad puede radicar en tratar de que queden crujientes. Para conseguirlo, se pueden poner en práctica una serie de soluciones, como rociarlas con un poco de zumo de limón por encima. Es uno de los trucos más habituales y con el que, a su vez, se consigue que se resalte más el sabor del pollo. Otra opción es emplear sobre las alitas levadura de tipo Royal. Gracias a ésta ni tan siquiera tendrías que pasarlas por la sartén para que estén más crujientes. También se pueden rebozar las alitas en cereales y freírlas a fuego fuerte en la sartén. Otro de los trucos más habituales para conseguir que estén crujientes es mezclarlas con maicena, levadura, sal y pimienta. Una vez rebozadas, se elimina el exceso y se deja solo una capa muy fina en la superficie. Si no lo haces, se corre el riesgo de que queden muy pastosas y se note demasiado el sabor de la harina.