Mucho se ha hablado sobre las diferentes mujeres que han pasado por la vida de Juan Carlos I, pero la reina Sofía también tiene un pasado amoroso cuyos detalles son menos conocidos. ¿Quieres saber quién fue su amante que todavía hoy recuerda con cariño y afecto? Sigue leyendo, te lo contamos todo a continuación.
El mal de amores de la reina Sofía
> No podemos decir que la griega fuera feliz durante su matrimonio con Juan Carlos I. Los más cercanos a ella aseguran que se enamoró perdidamente del Borbón en los primeros años de noviazgo, pero la cosa cambió cuando el entonces príncipe empezó a mostrar su carácter más casquivano. Durante años ha soportado la humillación que suponía para que su esposo la engañara con otras mujeres, y tener que actuar como si nada ante la opinión pública. Jamás pensó en separarse, siempre velando por el bien de la monarquía y por mantener una buena reputación.
Pero sí empezó a llevar una vida separada de su marido pocos años después de casarse. Tal y como reveló Pilar Eyre, Juan Carlos y la reina Sofía van cada uno por su lado desde que el dictador Francisco Franco murió y el Borbón asumió la jefatura del Estado. De hecho, en Zarzuela viven en alas separadas y pueden pasar meses sin verse ni dirigirse la palabra. Qué diferente habría sido la historia de la griega si, en vez de con el príncipe español, hubiera contraído matrimonio con aquel amante del que se enamoró perdidamente, en quien todavía piensa en sus noches de soledad…
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El amante que la reina nunca olvidará
> Eran los años 60 y, a sus veintipocos años, doña Sofía irradiaba juventud y vitalidad. En aquellos tiempos, todavía se estilaban los matrimonios concertados entre monarquías y su madre, la reina Federica, empezó a buscarle novio por las coronas del viejo continente. Fue así como se orquestó su relación con el hijo de los condes de Barcelona, Juan Carlos, quien terminaría ostentando el trono español en 1975. Sin embargo, la griega tenía los ojos puestos en un apuesto príncipe nórdico de ojos claro como el cielo: Harald de Noruega.
Según publica Pilar Eyre en su columna de Lecturas, doña Sofía estaba enamorada perdidamente de aquel heredero del norte. De hecho, la prensa de entonces los relacionaba y se comentaba que entre ellos podría haber algo más que amistad. “Salían fotos de los dos a bordo de una lancha motora en las regatas de Hankoe diciendo: ‘Los dos príncipes sostienen un tierno idilio con todo el esplendor de sus veinte años’”, apunta la periodista. Pero, como bien saben nuestros lectores, la historia no llegó a buen puerto y la griega tuvo que conformarse con Juanito. ¿Por qué terminó su historia con el noruego? Sigue leyendo, te lo contamos en la página siguiente.
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Harald utilizó a la reina Sofía
> Juan Carlos convirtió a su esposa en la mujer de cara amable y buena cuna con la que le convenía dejarse ver en público. Cuando se deshacía de las miradas indiscretas de la prensa, le daba la patada y se entregaba a las decenas de amantes que han pasado por su vida. Pero no fue la primera vez que doña Sofía tuvo que pasar por ser ‘la otra’, sino que con el príncipe Harald de Noruega corrió la misma suerte.
Según Pilar Eyre, la reina Sofía “sufría horriblemente porque Harald de quien estaba enamorado de verdad era de una sencilla modistilla de Oslo llamada Sonia, y a ella la utilizaba solamente de tapadera”. De seguro que la griega todavía piensa en ese gran amor que no pudo ser e imagina cómo habría sido su vida como reina de Noruega. Por fortuna o por desgracia, terminó ocupando el trono español, y fue ella quien dio el primer paso para alcanzarlo. Al parecer, sorprendió a Juan Carlos con un atrevido y descarado gesto que dio pie a su relación. ¿Quieres saber qué pasó? Sigue leyendo, te lo contamos todo en la página siguiente.
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El atrevimiento de Sofía que la convirtió en reina
> En su juventud, la griega era una mujer muy tímida e introvertida que no encajaba con el tipo de chicas que gustaba a Juan Carlos. De hecho, cuando se conocieron, el Borbón llegaba de pasar la noche con la condesa Olghina de Robilant, y cuando fue a besar a a doña Sofía para presentarse, esta se apartó bruscamente. “Qué te pasa?”, preguntó él. “No me gustan los hombres con bigote”, replicó ella, pero en realidad le molestaba que oliera a otra, tal y como narra Pilar Eyre en su columna de Lecturas.
Entonces, a lo mejor en un intentó de reclamar su sitio o de llamar la atención de Juanito, la griega lo cogió del brazo y lo arrastró hasta el cuarto de baño. Allí lo sentó en el retrete y, tras ponerle una toalla sobre los hombros, borró de un plumazo el bigote del Borbón valiéndose de una cuchilla de afeitar. “¿Cómo fue posible que esa tímida muchacha tuviera este rasgo de coquetería? Quizás se dio cuenta de que si tenía que competir con las ‘olghinas’ y las ‘gabrielas’ de este mundo debía sacar sus armas de mujer”, apunta Pilar Eyre en su columna de Lecturas. Probablemente, doña Sofía llegó a reina de España gracias a ese descarado e inteligente gesto.