Hubo una época determinada en la que se corrió el rumor de que Letizia emitía esta frase con suma regularidad: «La Reina soy yo«. No es cierto. La jefa consorte del Estado sabe su posición dentro de la Familia Real, conoce a la perfección cuál es su rol y lo ejerce con suma maestría. Pero no abusa de su poder… ¿O sí?
«¡Déjame terminar!»
En este mismo mes de noviembre hace ya 14 años, el príncipe heredero a la corona de España, Felipe de Borbón, presentaba oficialmente a la que seis meses más tarde sería su esposa: la periodista Letizia Ortiz Rocasolano.
Ante el aluvión de medios de comunicación, algunos compañeros de la hasta entonces presentadora de informativos, Letizia emitió un discurso que parecía haberse estudiado a la perfección. Su dicción era (y es) exquisita, sus palabras parecían estar elegidas con sumo cuidado… Pero Felipe la interrumpe y Letizia, impone su carácter y le espeta: «¡Déjame terminar!».
Un freno en seco que le costó la crítica de público y prensa especializada en protocolo. Una anécdota que será recordada para siempre y que supuso el inicio de quienes empezaron a hablar del carácter de la reina Letizia.
Letizia, antes de Felipe
Quienes conocen a Letizia antes de que llegase a la Familia Real, hablan de ella como una mujer ambiciosa (en el buen sentido), inteligente (eso, por descontado), extremadamente exigente con su trabajo.
La periodista Paloma García-Pelayo hablaba de Letizia como «una mujer que apuntaba alto. La ambición de la que hablan es positiva. Letizia Ortiz siempre ha sido siempre una mujer de carácter, un carácter puntilloso hasta el último detalle… Cómo a veces corregía algún texto, perfeccionista hasta la saciedad en la dicción, estaba pendiente de que cada término sea el exacto y además imponía su criterio e imponía su voluntad«.
Todos recordaremos las imágenes de Letizia cuando trabajaba para CNN+ en las que recriminaba a un compañero haber cambiado el término «norteamericano por estadounidense» y cómo le recordaba que «Norteamérica llega hasta Guatemala. Perdone usted, perdóneme usted, pero México es Norteamérica«.
Letizia en Zarzuela
En estos días, Letizia se desenvuelve de forma mucho más segura. Ya no es la joven periodista que pisaba por primera vez El Pardo o se encontraba por primera vez al otro lado de la cámara.
Ahora ejerce el poder de forma real. Y nunca mejor dicho Letizia no titubea a la hora de mostrar su personalidad y su círculo más íntimo cuenta que una vez que el Palacio de la Zarzuela llegó a sus manos, no dudó ni un segundo en cambiar la estructura interna de la institución, que además, funciona ahora bastante mejor. Pero ese control sobre sí misma y sobre lo que la rodea hace que ejerza el poder de forma taxativa y real. La última vez que vislumbramos el carácter de la Reina fue el pasado mes de agosto en Palma de Mallorca… Pasa a la siguiente página y te refrescamos la memoria.
«No busquéis titulares»
Los Reyes de España junto con sus hijas, las pequeñas Leonor y Sofía, pasaron unos días en agosto en el tradicional Palacio de Marivent. En esas jornadas estivales, los jefes del Estado llevaron a la princesa y la infanta a una exposición sobre Picasso y Miró.
A la salida, los compañeros de prensa estaban verdaderamente interesados por conocer la valoración de las hijas de los reyes, pues recordemos que la revista ‘Tiempo’ reveló hace unos meses que la princesa de Asturias leía a Stevenson y Carroll y era una aficionada a las películas de Kurosawa, un gusto «demasiado» exquisito para una niña de 11 años.
Visto que a la tercera pregunta las infantas solo asentían con la cabeza, la reina Letizia trazó la línea definitiva con los periodistas y les paró los pies: «No busquéis titulares. No os van a decir nada más«.
Madre, antes que Reina
Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras. Es, precisamente esta foto de la Reina Letizia, con su familia al completo, la que describe a la perfección cómo es y cómo funciona la dinámica familiar cuando nadie parece observarles. La instantánea fue tomada en un día tan importante como la apertura de las Cortes Generales durante la XII Legislatura. La Familia Real al completo, con la salvedad de la cara de pocos amigos que la Reina mantuvo durante todo el acto fue la protagonista de la jornada.
La escena transcurre justo en el instante en el que termina el besamanos. En el salón de los pasos perdidos. La Reina Letizia se gira hacia sus hijas y les pasa el brazo por la espalda mientras les va hablando. Pretende crear un hueco de intimidad entre ellas. Al que nadie puede tener acceso, ni siquiera el padre de las niñas, al que en ningún momento es invitado a esa pequeña reunión de confidencias que se ha creado entre madres e hijas. Hasta tal punto que Felipe VI, al ver que su familia le está haciendo un evidente vacío, opta por alejarse, poco a poco, de manera disimulada, caminando sobre sus pasos para recalar en una conversación entre Ana Pastor y Mariano Rajoy.
La imposición no verbal de la Reina
¿Qué es lo que pretende decir Letizia con su comunicación no verbal? Intentemos por un instante olvidar que estamos hablando de la Familia Real. Pensemos que hablamos de una familia normal y corriente. Sorprende que la madre es la que marca la autoridad, la rutina y los roles familiares. Todos los miembros del clan giran en torno a ella.
Las niñas, que conocen bien cual es la rutina, en ningún momento se atreven a deshacer ese grupo sin autorización materna. Ni siquiera aunque se acerque su padre. Este tipo de estrictas conductas las ha llevado a preguntarse en más de una ocasión por qué no ven a la abuela Sofía o por qué no pueden comer chuches.
Reina de su casa
Por otro lado, vemos a Letizia en su papel de madre. Se vislumbra que es una madre acaparadora y sobre-proteccionista. En un ambiente lleno de extraños y personas ajenas al núcleo familiar, rápidamente bordea y protege las espaldas de sus hijas. Las atrae hacia ella, en un gesto inconscientemente para protegerlas de cualquier peligro exterior. Además, se trata de una situación en la que ella es la única autoridad reconocida.
Es donde tiene el mando absoluto, donde nadie se atreve a opinar ni a intervenir. Es el pequeño reducto de poder y de reinado donde doña Letizia es, verdaderamente, la reina de su casa.