Los años 90 fue una década maravillosa en todos los aspectos. Las series sobre familias felices que mostraban la alegría de vivir fueron aquellos programas ñoñas que te obligaron a ver. Puede que por voluntad propia te hicieras seguidor de alguna de estas series. Seguro que visto con tu perspectiva actual, hoy en día no serías capaz ni de aguantar unos minutos viendo a alguno de estos programas.
Yo y el mundo
El protagonista de esta serie ya tiene cara de ñoña. Es el típico rarito pero buena persona que existía en todos los colegios, tenía un amigo guay y estaba enamorado de la chica con el pelo más largo del mundo. El argumento de esta serie era muy básico, las historias de un grupo de niños en un colegio normal.
¿Por qué llegar del colegio y ver más de lo mismo? Es un misterio sin resolver. Lo cierto es que tuvo muchos seguidores que provocaron que la serie durara años y años. El chico va a la universidad y se casa con su novia. Lo único positivo es que su amigo guay se quedaba sin pelo, una venganza del universo por ser más guapo que él durante toda la serie.
El capitán Planeta
Los años 90 fue una época en qué el cuidado del medio ambiente parecía una realidad inminente. Los ecologistas creíamos que en nada todo el mundo tomaría consciencia de la importancia de mantener limpios nuestros bosques, reciclar y contaminar mucho menos. Qué lejos ha quedado todo.
El capitán Planeta era el protagonista de esta serie. Llegaba al mundo para hacer respetar sus normas y se servía de un grupo de niños con un anillo con poderes especiales para conseguirlo. Muchos seguidores de Green Peace crecieron viendo este programa, activistas y revolucionarios sentaron las bases con esta serie tan ñoña.
Las gemelas de Sweet Valley
Durante los años 90, personas de más de 30 años hacían los papeles de adolescentes en series de televisión. Existían para hacernos ver que estábamos tan mal a su lado que parecíamos monstruos. No había ningún síntoma de acné, solo patas de gallo y cuerpos perfectamente desarrollados.
Las gemelas de Sweet Valley eran dos mujeres mayores que colaban como adolescentes. Su historia era tan típicamente ñoña que daba arcadas. Una lista y conservadora, la otra tonta y un tanto ligera de ropa, un dúo que se peleaba entre el bien y el mal. No tenía nada de especial pero por aburrimiento la miramos, en más de una ocasión.
Blossom
Ver un capítulo de Blossom está contraindicado. Nadie puede aguantar más de cinco minutos de esta serie ñoña de los años 90. La actual pareja de Sheldon Cooper en la televisión empezó su carrera de la forma más cutre. Esta serie tenía como protagonista a una niña de nariz enorme, con un padre y hermano guapísimos.
Vestida de forma alternativa para sobrevivir a un día de instituto sin que nadie le hiciera bullyng. Blossom nos enseñaba cuales eran los problemas reales, qué hacer cuando te baja la regla o esperar hasta el matrimonio para hacer el amor. Una mujer de su tiempo que lloraba en casi cada episodio.
Clarissa
Clarissa era Blossom pero interpretada por una chica más guapa. Tenía el mismo nivel de ñoñería pero estaba rodeada de amigos más interesantes. En este caso tenía un amigo chico, toda una revolución. En los 90 todo el mundo sabía que los chicos y las chicas no podían estar juntos.
Melissa Joan Hart la Sabrina de ‘Cosas de brujas’ empezó su carrera como actriz de la mano de esta serie cutre. Clarissa no tenía nada más que una sonrisa tonta en todos los episodios y asentía creando sus propias teorías. Es una serie que por desgracia no ha sido borrada de las memorias de toda una generación.
Harry y los Henderson
Las series de las familias perfectas y muy ñoñas fueron un clásico de los años 90. En este caso intentaba ser un tanto original, pero no lo conseguía. La familia Henderson se hacía amiga de un Saquach, un animal muy grande que vive en el bosque y que llega persiguiendo a su gato. Deciden llamarle Harry, un nombre muy común.
Este pies grandes o big food era el compañero fiel del hijo de la familia. Un peluche gigante que en lugar de arrancarles la cabeza de un mordisco, que hubiera sido lo lógico, les propinaba abrazos constantes. Una obra de aquellos tiempos en los que el amor y el positivismo eran los protagonistas de la televisión.