Que alguien de tu familia sea Reina no significa que tu vida esté solucionada a nivel económico. A este respecto, sobre los más allegados de doña Letizia se han dicho auténticas barbaridades. Llegó a comentarse que, cada mes, un helicóptero de la Casa Real se posaba sobre la casa de la abuela de la soberana y lanzaba fajos de billetes. La rumorología ha llegado a tal punto que se ha asegurado que otros familiares de la Reina fueron agraciados con bloques de pisos. Sin embargo, esto no son más que leyendas urbanas. La realidad es muy diferente.
La prima vagabunda
Geli del Valle sorprendió cuando en 2008 apareció en televisión para pedir ayuda a doña Letizia. Explicó que era prima segunda de la soberana, su padre era primo hermano de la abuela paterna de la esposa de don Felipe. Pue bien, Geli narró que estaba en las últimas: “No tengo nada que llevarme a la boca”. Su situación era límite y en aquel entonces vivía sola en una caravana, sin calefacción, agua y luz, de la que iba a ser desahuciada. Ya había recibido la notificación cuando dijo sí a una entrevista en Telecinco.
La prima vagabunda de doña Letizia estuvo casada en dos ocasiones pero ninguna le fue bien. Relató que había sido víctima de maltrato y que sus hijos se habían desentendido de ella, de ahí que se encontrara en situación tan precaria. Mirando a cámara, Geli pronunció: “Leti, si quieres, puedes ayudarme. Llévame de cocinera, pero échame una mano”.
Cuatro años después a su debut mediático, Geli volvió a ponerse ante las cámaras para revelar: “Me salió muy caro salir en televisión”. Según ella, tras eso, “Me hicieron la vida imposible. Me quitaron la casa”. Sobre su prima Letizia, expresó: “He intentado ponerme en contacto con ella durante mucho tiempo pero no he obtenido respuesta”.
La tía Henar
Henar Ortiz es tía de doña Letizia por parte paterna. Esta mujer no ha dudado en reconocer que su situación económica no es boyante. Tenía una tienda de decoración pero no le fue bien y tuvo que cerrar dejando a deber dinero. Una de sus proveedoras la demandó reclamándole 22.000 euros.
Así respondió Henar al tema de la deuda: “Ya he reconocido esa deuda. Me sobrevino la crisis y le dije que no se lo podía pagar, pero que en cuanto tuviera el dinero lo haría. Y debo más, no solo esa cantidad. A bancos y a proveedores. Fue muy desagradable saber que mi madre y mi hermano tendrían que acudir a los juzgados, toda una faena, pero legalmente era lo correcto. Mi madre es fuerte y fue tranquila”.
Cristales rotos
La relación entre Henar y doña Letizia está rota. Hace años la periodista Ángela Portero explicó que la díscola tía intentaba vender las fotos del primer enlace de su sobrina con Alonso Guerrero por 600.000 euros. Esto marcó un antes y un después entre ellas. Si hasta entonces la Reina le había perdonado sus declaraciones, lo de las imágenes significaba que no podía fiarse de ella.
Henar expresó que demandaría a Ángela Portero, Telecinco y la productora de Sálvame, La fábrica de la tele, y lo hizo. Sin embargo, la Justicia no le dio la razón. El Tribunal Supremo desestimó el recurso de casación que interpuso contra la sentencia de la Audiencia Provincial de Asturias. El resultado es que por dos veces tiraron por tierra su petición de protección al honor por haberla señalado en el caso de la venta de las fotografías de la primera boda de doña Letizia.
Erika
Erika Ortiz fue la menos afortunada de las hermanas de doña Letizia. Estudió Bellas Artes y fue ahí cuando conoció a Antonio Vigo. Empezaron una relación cuya primera parte transcurrió a distancia ya que ella se fue a Alemania cuando le concedieron una beca Erasmus. Al regresar, se quedó embarazada. La pareja intentó ganarse la vida con un pequeño hotel rural en Asturias. No fue bien.
Tras fracasar el negocio de hostelería, Erika, Antonio y su hija, Carla, se instalaron en Madrid. No podían permitirse un alquiler y la madre de ella les invitó a instalarse en su casa. Fueron tiempos duros en los que la hermana de doña Letizia tuvo que ponerse a vender libros a puerta fría. Antonio no consiguió abrirse camino como escultor y se enroló como operario en el servicio municipal de limpieza.
Cuando doña Letizia se comprometió con don Felipe quiso que su piso lo ocuparan Telma y su familia. La verdad es que la Reina siempre acudió al rescate de su hermana en cuanto tuvo independencia económica. Se dijo que Telma consiguió un buen puesto en una revista gracias a que su hermana entró a formar parte de la familia real. No era verdad. Había sido contratada con anterioridad y decidieron ascenderla un mes antes que el mundo conociera que el príncipe y la periodista estaban enamorados.
Triste adiós
El siete de febrero de 2007 una noticia recorrió las redacciones de medio mundo. El cuerpo de Erika Ortiz fue hallado sin vida en el domicilio que compartía con su hija. A Jesús Ortiz no hizo falta que nadie le informara de nada. Al levantarse aquella mañana, tuvo un mal presentimiento, algo le había pasado a su hija. Se personó en su domicilio y allí descubrió la cruda realidad.
Hacía tiempo que Erika había decidido suicidarse. Antes de hacerlo, previa ingesta de calmantes, dejó unas cartas escritas a sus familiares donde explicaba sus motivos. Parecía que estaba en un momento dulce. Los problemas económicos eran cosa del pasado ya que había conseguido un buen empleo como directora de arte en una importante productora. Planeaba mudarse con su novio a una nueva casa para empezar una vida en común. ¿Qué pasó por su cabeza? Uno de sus familiares reveló en cierta ocasión que quizás el problema fue que no estaba bien medicada. Sea lo que fuere, algo hizo clic en su cabeza y decidió partir.
Plato único, acelgas
La infancia y adolescencia de Letizia Ortiz pueden clasificarse como precarias. En su casa no había lujos. Apenas llegaban a final de mes. Jesús Ortiz trabajaba como periodista en una radio de Oviedo y Paloma Rocasolano ejercía de enfermera. Según el primo de la Reina, David Rocasalono, en el hogar de sus tíos “se desayunaba, se comía y se cenaba un plato de acelgas al día”.
Para Telma, Erika y Letizia era una fiesta ir a casa de su primo: “Cuando mis primas venían a mi casa, encontraban cosas que ellas no se podían permitir. Me vaciaban la nevera de yogures y refrescos. Mis padres se habían trasladado a Luxemburgo por cuestiones laborales y yo, que con 17 años vivía solo en el pequeño chalé de la calle los Naranjos, comparado con ellas, era el rico de la familia. O sea, el que se podía comprar unos yogures”, escribió David Rocasolano en su libro Adiós, Princesa.
Inviernos sin estufa
Los padres de Letizia Ortiz trabajaban mucho pero no les alcanzaba: “Chus y Paloma nunca fueron sobrados de dinero. Más bien al revés. Yo recuerdo visitarlos los inviernos en su casa de Madrid y que me recibieran las tres hermanas (Letizia, Telma, Erika) con sus batas gruesas, y debajo pesados pijamas y camisetas, y calcetines por encima de los pantalones, y las narices y los labios azules de frío”, explicó el primo de la Reina Letizia.
El hecho de haber pasado ciertas estrecheces fue algo que dio alas a doña Letizia para superarse a nivel profesional. Si algo tenía claro era que deseaba un nivel de vida donde tuviera garantizado, al menos, lo básico. Consiguió viajar a México para realizar el Doctorado gracias a una beca. Posteriormente, a su regreso a Madrid, entraría en CNN y, más tarde, cumpliría su gran sueño de llegar a TVE.
Una familia mal avenida
Mucho se ha escrito y hablado sobre la armonía familiar de los Rocasolano. La mecha casi siempre prendía en Navidad. Y la encargada de encenderla era la abuela Enriqueta, a quien muchos medios elogiaron al fallecer como modelo de discreción. Algunos miembros de su familia se rieron mucho al leer ese tipo de titulares porque poco o nada tenía que ver con la discreción. Le encantaba meter cizaña y sacar a la gente de sus casillas.
Enriqueta era la única que se atrevía a plantarle cara al padre de doña Letizia. Al parecer, a Jesús Ortiz le gustaban muchos las mujeres y, en cierta ocasión, alguien le vio con una chica en un hotel de Córdoba y se lo contó a la abuela Enriqueta, que le faltó tiempo para echárselo en cara en cuanto lo tuvo a su alcance. Así definió al padre de doña Letizia su sobrino: “Su actitud con las mujeres siempre ha sido bastante suelta. Cuando nos visitaba en casa, acostumbraba a traerle flores a mi madre, su cuñada, y jugaba a ser un don Juan besándole el cuello como saludo. A mí, aquella actitud de Chus con mi madre me erizaba bastante, y supongo que a mi padre también”.
El padre amargado
Llegó un momento en que la relación de Paloma Rocasolano y Jesús Ortiz era insostenible. El padre de la princesa cada vez se mostraba más huraño y se comportaba como si fuera un sargento. La vida en aquella casa se hacía muy difícil con tantas normas absurdas. No se podía ver la televisión a la hora de comer ni tampoco levantarse de la mesa antes de que todos terminaran.
La mayor parte de la familia se enteró de la separación de Paloma y Jesús el día de la boda de doña Letizia con Alonso Guerrero. Ese acto marcó un antes y un después en la relación padre e hija. Para la Reina, aquello fue un trauma que no ha conseguido superar. Desde el minuto uno, tomó partido por su madre.
La venganza de Letizia
Mientras que Paloma Rocasolano tiene un gran protagonismo en la vida de la Reina, su padre, todo lo contrario. Los orígenes de este ostracismo están en el hecho de que decidiera divorciarse. A partir de ese momento, doña Letizia le borró de su lista de los afectos. Y no solo eso, sino que jamás ha querido mantener contacto con Ana Togores ni con su hermana pequeña.
Letizia consumó la venganza que, según algunos maquinaba desde hacía años contra su padre, tras anunciarse su compromiso con don Felipe. Decidió entonces que Ana Togores no estaría en el enlace. Por supuesto, tampoco habría lugar para su hermana pequeña. Así las cosas, Chus y Paloma tuvieron que mostrarse como los ex bien avenidos que nunca han sido. Ni se soportan.