Se conocieron, se enamoraron, se prometieron y se casaron. Así narran las crónicas de la época la historia de amor entre don Juan Carlos y doña Sofía. Sin embargo, muy poco de color rosa tiene esta unión, que ha aguantado el paso de los años por el compromiso inquebrantable que la soberana tiene desde su nacimiento con la monarquía. Ella ha sido la sufridora, la que ha aguantado carros y carretas. Mientras tanto, el rey ha hecho de su capa un sayo. Lo ocurrido en Botswana ya sucedió anteriormente. Ambos escapadas tienen nombre de mujer: Corina y Marta. Un día, la reina Sofía, cansada de de las humillaciones de su marido, quiso escapar. Preparó a sus hijos y los cuatro emprendieron camino a Madrás, donde vivían su madre y su hermana…
Olghina de Robiland
Olghina de Robiland tiene una mayor importancia en la historia del rey Juan Carlos de la que se le ha dado. Además de ser su mentora en el arte de pasión, ambos comparten una circunstancia que les unirá hasta la tumba. Las biografías no oficiales del monarca hablan de una hija en común: Paola. El silencio por el que optó Olghina alrededor del padre de su pequeña dio origen a una sonoro altercado con su madre, Carolina de Kent, quien pronunció: “Yo sé quien es el padre de esta niña. No seguiré diciendo que está muerto. Es el príncipe Juan Carlos de España. Un día él lo sabrá y también lo sabrá Paola. Porque ella tiene derecho a tener un padre. Y yo haré que esto ocurra”. El asunto hizo que Olghina y sus padres acabaran enfrentándose en los tribunales, que fallaron a favor de que la custodia de la niña fuera entregada a sus abuelos. De Paola poco o nada se sabe. Tan solo que vive en Nueva York y que es profesora de la universidad de Columbia.
Sus primeros romances
Cuando se produjeron los primeros encuentros entre doña Sofía y don Juan Carlos no hubo chispazo. Él tenía a Olghina, Gabriela de Saboya y otras más en la cabeza. Por su parte, ella estaba enamorada de Harald de Noruega. El rey Pablo pidió al gobierno griego que dotara a su hija con 50 millones de los antiguos francos. Sin embargo, tan solo concedieron 25. Una cantidad exigua para la familia real noruega. Los reyes de Grecia estaban tratando de encontrar dinero para aumentar la dote cuando supieron que no había nada a hacer. En realidad, Harald, de quien estaba profundamente enamorado, era de Sonia Haraldsen, una modista sin gota de sangre real. Unos meses más tarde, los jóvenes Sofía y Juan Carlos coincidirían y ahí fue cuando empezaron a verse con otros ojos. Tanto que se hicieron novios.
El chivatazo de González
En 1992, Felipe González puso al rey Juan Carlos en la picota al revelar que se encontraba fuera de España. Sucedió cuando un periodista le preguntó si ya había consultado con el monarca quién sucedería a Francisco Fernández Ordóñez al frente de la cartera de Asuntos Exteriores. El País publicó que don Juan Carlos se encontraba en Suiza para realizarse un chequeo médico. Al día siguiente, Sabino Fernández Campo explicó en la radio ”Bueno, lo que yo creo y lo que se me ha dicho es que está descansando, un pequeño descanso, descanso de montaña que le viene muy bien». Para entonces, la leña ardía y Sabino telefoneó al rey para que regresara rápidamente a Madrid. El motivo del viaje de don Juan Carlos a Suiza era Marta Gayá…
«My girlf…»
Del 15 al 23 de junio, el rey estuvo en Suiza acompañando a Marta Gayá, que se sometió a una intervención de cirugía estética. Los medios, que hasta entonces jamás habían deslizado ni una coma sobre las andanzas del soberano, incluyeron en sus crónicas el nombre de Marta y así conocimos a la amiga entrañable de la que estaba profundamente enamorado. Tanto que no le importó provocar una crisis de Estado. Y es que se descubrió que el monarca firmó una ley en Madrid el 18 de junio. ¿Cómo fue posible si del 15 al 23 estuvo en Suiza? Marta vivía en Palma pero viajaba con frecuencia a Madrid para ver al monarca. ¿En calidad de qué? Uno de los amigos de don Juan Carlos señaló que realizaba gestiones particulares para el monarca y alabó el hecho de que jamás alardeara de su amistad real en público.
El difícil papel de doña Sofía
Gracias a uno de los íntimos de don Juan Carlos hemos sabido que la reina ha tenido episodios de tristeza y soledad que han necesitado atención. También que ambas partes han manifestado deseos de separación. Que la música de fondo del matrimonio han sido las broncas. Que solo compartieron lecho durante 13 años. En situaciones de agobio, doña Sofía recurría a Manolo Prado para preguntarle por las amistades femeninas de su marido. La soberana confiaba en Manolo y le creía fiel. Hasta que un día descubrió que todo lo que le explicaba, él se lo transmitía al monarca. Don Juan Carlos nunca riñe con ninguna mujer con la que haya tenido la menor relación y se lleva bien con todas. Esa es su máxima, aunque en algún caso no ha sido posible.
Doña Sofía según Pilar Eyre
Mientras vivió Franco, don Juan Carlos moderó su afición por las damas. Sabía que un paso en falso, en este sentido, haría que fuera desplazado de la carrera por la sucesión. Tras la muerte del dictador, el soberano empezó a moverse libremente. Un sábado cualquiera, el rey le dijo a la reina que se iba de caza. A ella le pareció bien. Horas más tarde, la reina le dijo a su madre que cogía a los niños y que se iban a darle una sorpresa al monarca. Al llegar a la finca, doña Sofía descubrió que su esposo estaba acompañado por una mujer. Salió de allí corriendo. Según relató la periodista Pilar Eyre en su libro La soledad de la reina, ese fue el principio del fin. Al regresar a Zarzuela, la soberana tuvo la misma reacción que cualquier otra mujer en su lugar. Se encerró en su habitación y no quiso escuchar las excusas de don Juan Carlos, a quien no permitió la entrada. Posteriormente, viajaría a Madrás para encontrarse con su madre. Allí permaneció diez días y tenía el firme propósito de no regresar. Al final, lograron convencerla, y volvió. Nunca más fue la misma.
El viaje a Lleida
La reina Isabel II de Inglaterra nunca le ha exigido a su esposo fidelidad. Criada en un ambiente donde se asumía que los hombres podían hacer lo que querían, la soberana se limitó a pedir al duque de Edimburgo lealtad. Don Juan Carlos no ha sido un marido fiel ni tampoco leal. Es lo que se desprende al conocer uno de los episodios más trágicos en la vida de doña Sofía. Los Reyes habían ido a pasar unos días al Valle de Arán acompañados de sus hijos. En Lleida, el monarca tenía un círculo de amigos y amigas con quien pasaba buenos ratos. La reina se dedicaba a estar con sus hijos, al esquí y a la lectura. Aquella fatídica noche, los reyes se estaban preparando para ir a cenar. Sonó el teléfono. Don Juan Carlos fue a la habitación de doña Sofía para decirle que algo le había pasado a su madre pero no le contó la cruda realidad, que la reina Federica había fallecido durante el transcurso de una operación de estética para suprimir las bolsas de los ojos. La reina, en su inocencia, creyó que su marido la acompañaría a Madrid. El monarca se quedó en Lleida disfrutando del descanso.
Bárbara Rey entra en acción
Era rubia, alta, con un cuerpo de infarto en el que destacaban sus larguísimas piernas. Su físico llamaba la atención y no es extraño que la televisión se fijara en ella, también el rey. A diferencia de Marta Gayá, nunca se caracterizó por su discreción y se cansó de explicar a quien quisiera escucharla que era objeto de las atenciones de don Juan Carlos. Quizás esto fuera lo que llevó al monarca a acabar la relación. La vedette jamás aceptó que la abandonara y unos años más tarde reapareció para explicar que estaba asustada de que algo le ocurriera. Habló de hombres que habían entrado en su casa buscando material comprometido. Se trataría de cintas que ella misma había grabado en las cuales don Juan Carlos se explayaría a gusto sobre la reina e importantes temas de estado. El asunto se despachó con 6.000 euros mensuales, durante un año, para la rubia de piernas largas. Previamente, intentó obtener doce mil millones de las antiguas pesetas pero no le salió bien.
La ex-Princesa Corinna
Con Corinna empezó todo. El rey la conoció y se enamoró perdidamente. La rubia estuvo varios años viviendo en España. Don Juan Carlos quiso disfrutar del último tren y estaba dispuesto a todo. Sin embargo, una caída inoportuna, durante las que tendrían que haber sido unas vacaciones secretas en Botswana junto a Corinna, marcó el principio del fin. España estaba sumida en una profunda crisis y la sociedad protestó por el comportamiento de aquel rey que se dedicaba a la dolce vita en safaris de lujo en los que cazaba elefantes. Don Juan Carlos viajó a Madrid y fue operado de inmediato. Al hospital acudió doña Sofía. Mantuvieron una conversación muy tensa. Lo de Corinna había rebasado el límite. Su hijo también habló con él y le conminó a acabar con aquel amor otoñal. Después, llegó la abdicación y el distanciamiento total de la madre de sus hijos.