Hace ya algunos años Agustín Pantoja emprendió una batalla legal contra los medios de comunicación. Quería demostrar que sus deslices con la fama habían pasado a la posteridad. Que su vida ya no era de interés público. Que nada de lo que a él le ocurriese debía tener trascendencia mediática. Cuando aquello ocurrió, muchos fueron los que pusieron en tela de juicio sus pretensiones. Aludieron a su hermana Isabel para justificar un asedio inusitado. Instaban al sentido común para reconocer en Agustín a un personaje secundario necesario en las tramas de los Pantoja.
Pero tras las advertencias, llegaron las sentencias. La abogada Cinthya Ruiz conseguía lo que parecía imposible: que el hermano de Isabel Pantoja cruzara la línea del anonimato. El Tribunal Supremo confirmaba que, a pesar de que hubo un tiempo en que Agustín fue cantante y que, por lo tanto, tenía una innegable proyección social, sus ingresos no provienen de los medios. Se argumenta el dictamen asegurando que, además, tampoco es habitual que Agustín conceda entrevistas hablando de su vida privada. Más bien todo lo contrario. Ni responde a los reporteros asfálticos ni tampoco a quienes le llamamos para consultar aspectos de la nueva vida de su hermana. En el mejor de los casos, descuelga el teléfono y enmudece.
Ha vuelto a salir victorioso
Pero la suerte no deja de sonreír a Agustín Pantoja. Esta revista ha podido confirmar que recientemente se ha vuelto a remarcar judicialmente que Agustín no es personaje público y que, por tanto, deben cesar los comentarios y referencias sobre su vida personal. Una nueva victoria en los tribunales que favorece la lucha encarnizada de un hombre contra el mundo y que hace sospechar que las demandas que todavía quedan pendientes sobre este asunto también podrían prosperar.
