La reina Isabel de Inglaterra se encuentra más cerca que nunca de abdicar. A sus noventa años, la soberana ha observado un bajón físico que le ha hecho aminorar el ritmo. No se encuentra en plena forma y no parece que vaya a alcanzarla dado lo avanzado de su edad. En igual situación se encuentra su consorte, Felipe de Edimburgo, a quien ya le pesan los actos públicos a sus noventa y cinco primaveras.
El hecho de que se anunciara que la soberana y su esposo retrasaban su viaje a Sandringham para disfrutar de la tradicional Navidad al estilo Windsor hizo saltar las alarmas. Se alegó que la pareja estaba muy resfriada y de ahí la tardanza. No obstante, ante el tsunami mediático desatado, Isabel y Felipe viajaron antes de lo prescrito por los facultativos para callar bocas. El efecto Sandringham ha hecho que en Inglaterra se empiece a hablar sobre la conveniencia de que la soberana abdique en favor de su hijo. Es cierto que Isabel siempre ha considerado que los reyes no cesan en su cargo y que solo la muerte les releva. Sin embargo, visto que empieza su ocaso, lo normal sería que diera paso a su hijo Carlos.