Felipe de Borbón y Letizia Ortiz Rocasolano contrajeron matrimonio el 22 de mayo de 2004. España vivía un convulso momento de cambios, un tiempo doloroso que arrancó con el ataque terrorista más grave de la historia de nuestro país el 11 de marzo de ese mismo año y que continuó con un cambio de gobierno apenas tres días después de aquello. La primera boda de Estado en más de cien años debía celebrarse sí o sí.
¿Qué sucedió aquel día?
La boda real entre el entonces príncipe Felipe de Borbón y Letizia Ortiz se celebró, por fin, y después de superar numerosos obstáculos, en la catedral de la Almudena de Madrid el 22 de mayo de 2004, ante más de 1.200 invitados y con un histórico vestido blanco firmado por Pertegaz. Al acontecimiento asistieron representantes de 12 casas reales reinantes y otros 12 pertenecientes a casas reales no reinantes.
Tuvo la consideración de boda de Estado, todo un honor para los jóvenes herederos de la corona, la primera en España desde hacía más de 100 años, y fue también la primera boda en celebrarse en la catedral de Madrid, que había sido consagrada en el año 1993. ¿Qué sucedió aquel día que todavía no hayamos descubierto?
La lluvia, la gran enemiga
El día comenzó como jamás nadie hubiese deseado. La lluvia sacó la bandera tricolor e intentó arruinar el día a los Príncipes de Asturias y futuros Reyes de España. No paró de llover en toda la mañana.
Madrid bloqueada, engalanada y empapada, daba su mejor bienvenida a miembros de otras casas reales, jefes de Estado, empresarios, políticos y magnates de la comunicación.
Solo hubo dos momentos en los que el agua dio un respiro: el paseo de los invitados y el momento en el que Felipe de Borbón caminaba junto a su madre, la madrina, doña Sofía de Grecia.
La llegada de la familia de Letizia
El paseo de los invitados fue un espectáculo histórico: Rania de Jordania, una reina joven, estilosa, diferente, un referente, sin duda, para Letizia. La esperadísima llegada de Carolina de Mónaco y la inesperada sorpresa de que iba sola. La sonada ausencia de Ernesto de Hannover, que se saltó la ceremonia para ir directo al banquete…
No obstante, todos los ojos estaban puestos en la familia de Letizia, por el simple hecho de que eran plebeyos. Una familia bien, de clase media, que hacía su presencia en Palacio y pisaba la alfombra Real por primera vez en sus vidas. Sorprendentemente, tres de las mujeres más guapas y correctas fueron ellas: Paloma Rocasolano, Telma Ortiz y la pequeña de ellas, Érika.
La emoción de Felipe
Un detalle del que todos fuimos testigos fue la emoción del Príncipe, acompañado por su madre en camino hacia el altar. En aquel momento se planteó la opción de que el rey fuese padrino, ya que es algo frecuente en las monarquías europeas, sin embargo, finalmente el cargo lo desempeñó el padre de Letizia.
«Adoro a mi hijo», son las emotivas palabras que se le pudo escuchar a doña Sofía emitir el día de la boda de Felipe y Letizia. La lluvia respetó su paseo hacia el altar real de la Catedral de la Almudena. No tuvo la misma deferencia con Letizia. Ahí se demostró la serenidad de la entonces princesa de Asturias. Luis María Ansón ensalzó la valía de Letizia comentando que «cómo en un momento tan delicado, Letizia afrontó ese aguacero sin perder la sonrisa y sin la preocupación de lo que el agua podía significar».
Los gestos
El veterano periodista Luis María Ansón subrayó la templanza y la tranquilidad de Letizia ante la difícil situación climática que le estaba tocando vivir en el que era, con total seguridad, el día más importante de su vida. Pero la Princesa de Asturias no estaba del todo bien: su cara denotaba cansancio, tensión, y además, no gozaba en aquel momento de buena salud.
En la noche antes, en la cena de recepción celebrada en El Pardo, Letizia tuvo que quedarse hasta el final como anfitriona y protagonista. Se acostó casi a las 3 de la madrugada y se despertó antes de las 7. Además, iba con fiebre y amigdalitis. La reina Sofía también mostraba preocupación por el tiempo, pero… ¿Había algo más? Solo el sonido de los truenos en el exterior de la Almudena acompañaban a los cantos del interior.
Las palabras
Las palabras de Felipe y Letizia fueron analizas y estudiadas al detalle. Tanto fue así que los encargados del programa ‘Salsa Rosa’ contrataron a un experto en lectura de labios para averiguar qué se dijeron entre ellos en la extensa ceremonia. En el momento en el que Felipe entregó las arras a su esposa se distrajo y se perdió. Don Felipe tuvo que tirar de guión, algo que Letizia no hizo, pues su profesionalidad ante las cámaras y las tablas que poseía por los años de trabajo en los medios de comunicación hicieron que la entonces princesa de Asturias se estudiase su papel de forma concienzuda.
«Letizia, recibe estas arras… Como prenda…». Los expertos comentan que Felipe se encontraba en su boda como Felipe persona y ciudadano normal; en cambio Letizia sentía que estaba contrayendo un matrimonio de Estado como princesa de Asturias y futura reina de España.
Lo que jamás se vio
Quienes prepararon formalmente a Letizia Ortiz en las semanas previas a la boda, la avisaron de lo siguiente: «Alteza, cuando reciba la comunión, no se arrodille«. En un acto de rebeldía contra todo protocolo y en favor del respeto a la institución, a la iglesia católica y al país, Letizia se arrodilló mientras que recibía el cuerpo de Cristo.
En aquel momento, la realización de Televisión Española, que estaba retransmitiendo en directo la boda del siglo, decidió mostrar imágenes de lo que se conoce en el argot audiovisual como ‘planos de recurso’: imágenes del templo, vidrieras, algunos detalles concretos de la imponente Catedral de la Almudena.
En cambio, el importante momento en el que los entonces Príncipes de Asturias recibían la comunión mientras una Letizia entregada y arrodillada recibía el cuerpo de Cristo jamás se grabó, no se emitió, y por ende, jamás lo conseguiremos llegar a ver.