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Los Pantoja olvidan a María Navarro: «Nadie se ha preocupado por su estado de salud»

“Nadie de la familia Pantoja ha levantado un teléfono para preguntar por su salud. Nadie”. Una frase rotunda que describe a la perfección como todo un clan, ha dado la espalda a la que fuera la mano derecha de Isabel Pantoja, María Navarro.

Delicada de salud y olvidada por los Pantoja, María pasa los días en una residencia situada en la zona Norte de Madrid, su hogar desde hace mucho tiempo. Totalmente dependiente y con una rutina establecida a Navarro sólo la visitan sus familiares más próximos. Ellos son los únicos que se encargan de ella a diario, la acompañan a sus revisiones médicas e intentan que no le falte cariño y compañía a la mujer que sacrificó su vida por la tonadillera.

“Nadie, nadie se ha preocupado por llamar, ni preguntar. Ni ella, ni su hijo Kiko Rivera. Nadie”. Las palabras que salen del entorno de la representante no suenan a reproche, suenan a poca sorpresa y a la misma indiferencia que los Pantoja parecen haber mostrado. Una actitud incomprensible si tenemos en cuenta que María Navarro fue la mujer que durante décadas dirigió, protegió y defendió con uñas y dientes la carrera profesional y la vida personal de Isabel Pantoja y de los suyos. La relación profesional y personal no sólo llegaba a Isabel, su hijo Kiko Rivera confió en el buen hacer de Navarro hasta el punto que, tal y como aseguraron en el programa Sálvame Diario, avaló personalmente el loft que actualmente tiene en propiedad y a la venta Kiko, en San Sebastián de los Reyes, Madrid.

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En la memoria de todos quedan escenas de una María, bolso o paraguas en mano, dificultando el trabajo de los reporteros ante la impertérrita mirada de Isabel. María que llegó de la mano de Encarna Sánchez a la vida de la tonadillera, ha sido la mujer más fiel a Pantoja. La única que no la ha traicionado, la única que a pesar de los desplantes siempre ha regresado cuando la cantante la ha reclamado. La última vez que pudimos verlas juntas tuvo lugar durante el juicio del “caso Blanqueo”.

La representante acudió como testigo para intentar justificar los ingresos diarios de 3000 euros que Isabel recibía en sus cuentas. Allí con su pequeña estatura delante de los magistrados y con la frialdad que la caracteriza, María Navarro aseguró “yo soy la persona que ingresaba ese dinero”. Sin pestañear la representante aseguró que dichas cantidades procedían de los conciertos de la tonadillera, unos conciertos que por entonces Isabel no daba, pues se había retirado de los escenarios para vivir su amor junto a Julián Muñoz. Ese fue el último gesto público que tuvo Navarro hacia la cantante que ayer regresaba a los escenarios.

Pero María seguía pendiente de “las cosas de Isabel” desde la sombra fuera de los focos. Fue ella la que removió cielo y tierra, levantó teléfonos para recaudar, para conseguir el dinero que Pantoja necesitó primero para la fianza y luego para hacer frente a la multa consecuencia de su condena por blanqueo. Lo hizo en silencio y hasta que su enfermedad la quebró. Entonces su familia tomó la decisión de cuidar de ella y la familia Pantoja desapareció. Desde entonces, nadie se ha preocupado por su salud ni por las desgracias familiares a las que ha tenido que hacer frente. Nadie se acuerda ya de la única mujer que ha sido siempre fiel a Isabel. Un olvido que lleva la firma Pantoja.