Doña Sofía sonríe por fuera y llora por dentro. Su vida sentimental ha sido un desastre. Se casó enamorada de don Juan Carlos pero las cosas no salieron como esperaba. Para el rey emérito, la boda no fue más que otra prueba para contentar a Franco y así poder llegar a ceñirse la corona. Nada de eso sabía la princesa griega, que entonces soñaba con un matrimonio lleno de amor como el que tuvieron sus padres. Pudo haber sido feliz con otro hombre que apareció en su camino, pero…
La reina que más lágrimas ha vertido por amor
Pronto descubrió don Juan Carlos su gusto por las mujeres. Si podía cortejar a varias al mismo tiempo, no se conformaba con una. Esta afición llegó a preocupar seriamente a Franco, que recibía informes periódicos de las andanzas de aquel don Juan que acogió bajo su tutela mientras mantenía una lucha sin cuartel con su padre, el conde de Barcelona. Según ciertas publicaciones, en aquella época fueron bastantes las jóvenes que acudieron a altas instancias militares para expresar que sus amores con don Juan Carlos habían dado fruto.
De estos hijos que al rey emérito se le atribuyen en su juventud nunca se ha sabido. Tan solo dos han intentado ser reconocidos y no ha podido ser por el blindaje que rodea a don Juan Carlos para estos asuntos de la paternidad. Sus apellidos solo los llevan Elena, Cristina y Felipe, nacidos de su matrimonio con doña Sofía, la reina que más lágrimas ha vertido por amor.
Sofía, nacida para reinar
Para Franco, la vida licenciosa que llevaba don Juan Carlos era asunto de Estado. Estaba ocupado y preocupado por solucionar el problema. Creía que el joven príncipe domaría sus arrebatos pasionales dentro del matrimonio. De ahí que presionara para que abandonara la soltería. De todas las candidatas, la que mejor le pareció al hijo de don Juan de Borbón fue Sofía de Grecia. Era la candidata ideal porque no tenía pasado, tal y como quería su suegro, para él, una máxima.
Doña Sofía tenía otras virtudes, era guapa, alegre y conocía las servidumbres de la monarquía. Nada había que enseñarle porque nació hija de reyes y pronto aprendió que ser princesa era un trabajo al servicio de los demás y a tiempo completo. Su madre, la reina Federica, se la llevaba durante sus visitas por Grecia. Muchos ciudadanos se les acercaban para explicarles sus problemas. Quizás ahí nació la vocación de la princesa por ayudar a los demás.
Un pretendiente venido a menos
Pablo y Federica de Grecia no veían con buenos ojos el cortejo de don Juan Carlos a su hija. Consideraban que Sofía podía aspirar a un partido mejor. En aquellos días, los Borbón vivían en el exilio en Portugal. No tenían corona y todo indicaba que tardarían años en obtenerla. Por otro lado, su situación económica era moderada. Vivían de las contribuciones que los adeptos a la monarquía les hacían llegar.
A pesar de eso, Sofi se enamoró de Juanito y nada pudo detener la boda, celebrada por dos ritos religiosos, el ortodoxo y el católico, más el civil. A su regreso de la larga luna de miel, la pareja se instaló en Madrid para iniciar una nueva vida. Doña Sofía lo pasó mal porque muchos no la aceptaban y le recordaban continuamente que era una extranjera. Se propuso entonces la princesa que cumpliría con su papel a la perfección y a ello se entregó en cuerpo y alma. Jamás se le ha podido poner un pero en este aspecto. A pesar de la gran tristeza que ha rodeado su vida privada, en público siempre ha dado lo mejor de sí misma, convirtiéndose en una de las mejores reinas de su generación.
La princesa, el heredero y una tercera en discordia
Sofía conoció a Harald de Noruega y le gustó. En aquellos días, el rey Olav quería que su hijo olvidara a Sonia Haraldsen. Ambos se conocieron siendo adolescentes y la llama del amor prendió. Sin embargo, por entonces no estaba bien visto que las clases sociales se mezclaran. Sonia era hija de un acaudalado comerciante pero el rey Olav se opuso a la relación. Para ello, hizo que su hijo pasara una temporada en Oxford.
La cercanía existente entre las familias reinantes de la época propició varios encuentros entre la princesa griega y el heredero al trono noruego. El príncipe Harald hizo efecto en doña Sofía, que lo encontró de lo más atractivo. Quizás hubieran podido llegar a más de haber sido la princesa más proclive al flirteo. Sin embargo, fue criada para no salirse de la raya y el lenguaje del abanico no fue lo suficientemente seductor para el heredero al trono noruego.
El chico de los Barcelona
Al heredero al trono noruego también le gustó Sofía. Sin embargo, Sonia Haraldsen se ocupaba de recordarle en aquellas interminables cartas que le escribía que seguía esperándole y que jamás tiraría la toalla. O estaría con él o con nadie. Harald sintió que no podía romper la palabra dada a su novia en la clandestinidad y desterró la idea de unirse a doña Sofía, que quedó a la espera de otro pretendiente porque no concebía la soltería como estado civil.
Y entonces apareció Juanito, simpático, atractivo y con mucha labia. Y Sofía se dejó seducir. El príncipe le hizo innumerables promesas de una vida en común donde el amor sería el eje principal. Nada sabía entonces la princesa de las andanzas sentimentales del chico de los Barcelona. Creyó que ante sí tenía una vida de felicidad y…
La sorpresa de Sofía
Mientras vivió Franco, don Juan Carlos se comportó como un marido correcto. Al menos en público guardaba las apariencias. Sabía que no podía desmelenarse porque un paso en falso podía hacer que el dictador le apeara de la sucesión. Para entonces, Alfonso de Borbón ya rondaba por allí y era un contrincante a tener en cuenta. Y más cuando se supo que cortejaba a Carmen Martínez-Bordiú.
La muerte de Franco lo cambió todo. Don Juan Carlos, una vez libre de disimulos y ataduras, se dedicó a disfrutar de sus amistades femeninas. Doña Sofía quiso darle una sorpresa y la sorpresa se la llevó ella. La reina cogió a sus hijos y se fue a la finca donde su marido le había dicho que pasaría el día. Intentaron detenerla, pero cuando subía las escaleras escuchó la voz de don Juan Carlos y la de una mujer que reían divertidos. Se dio la vuelta y regresó a Zarzuela.
La India, lugar de reflexión
Horas más tarde, el rey emérito quiso hacerse perdonar por su mujer pero esta no escuchó. Poco tiempo después, doña Sofía decidió viajar a La India para encontrarse con su madre y su hermana. Fue acompañada de sus hijos. Estaba decidida a separarse pero fue la reina Federica quien le hizo ver la vida que le esperaba. Sin dinero ni propiedades, su futuro no era muy halagüeño. También estaba la cuestión de que no podría llevarse a sus hijos con ella porque su custodia quedaba en manos de su padre.
Aunque no quería, Sofía regresó a Madrid. Al pie del avión la esperaba don Juan Carlos, que mostró gran alegría al ver a su familia. Hizo propósito de enmienda pero el mismo duró muy poco. Pronto siguió con su alegre vida extramatrimonial, esa que tantas lágrimas ha hecho derramar a la reina. La lista de amigas especiales del rey emérito es larga. Por norma, jamás acaba mal con ellas. Que se sepa, tan solo con una famosa artista cortó el contacto para siempre por lo que consideró una grave deslealtad.