Willy Bárcenas es el niño simpático que ha conquistado el corazón de los telespectadores de Pasapalabra de Roberto Leal. Es el ‘niño pijo’ que cae bien a todo el mundo… tiene ese defecto. Todo sería perfecto sino fuera porque sus padres están en la cárcel. El joven cantante tiene que vivir esa doble condena y no es para menos. Pero, ¿qué piensa él? ¿Cómo lleva tener que ir a ver a sus padres Luis Bárcenas a su madre Rosalía Iglesias en prisión y no venirse abajo? No es fácil.
Willy Bárcenas y la lacra de que sus padres estarán mucho tiempo en prisión
> Si bien ha conquistado el corazón de los seguidores del concurso del rosco, también lo hace a su legión de seguidores dentro de la música. De un día para otro se encontró de ser el niño pijo de un grupo de música, a ser el hijo de Luis Bárcenas. No puede negar ser una copia de su padre.
Pero esta no ha sido la única desgracia familiar por la que ha pasado el cantante de Taburete. Su madre Rosalía Iglesias, también era condenada. Una condena sin duda muy larga. Ahí está él, al lado de su padre y de su madre mientras sigue en el mundo de la canción…
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Luis Bárcenas a la espera del traslado para estar cerca de su mujer Rosalía
> Luis Bárcenas no puede ver a su mujer entre rejas y que tenga que pasar por este duro momento ella sola. Por eso pedía su traslado de cárcel desde Soto del Real a Meco, para estar cerca de su mujer. Familia por encima de todo aseguraba el líder de Taburete: «Juntos, dentro de lo que se puede».
A pesar de que sus padres fueron muy críticos porque eligiera seguir su vena musical siempre han estado muy unidos. Pero Willy Bárcenas también tuvo que escuchar en casa eso de: «Aquí solo triunfan tres» y «se comen los mocos».
Sin embargo, sus padres no pueden estar más orgullosos de su vástago y el exitazo que tiene: «Mis padres están muy orgullosos. Muy contentos, sobre todo porque a ellos les gustan mis canciones».
En casa, Willy Bárcenas ha encontrado a sus mayores fans: «¡A mi abuela le gustan mis canciones!, y no porque sea mi abuela porque antes tenía otro grupo y no le gustaban esas canciones y me lo decía. El ver a tanta gente. Un día no pude ir a una capea con los de mi curso y me mandaron un vídeo cantando una canción de taburete». Y él sin perder la sonrisa ni la educación vive este calvario que le ha tocado vivir, consiguiendo separar ambas cosas… ¿Se le puede pedir más?
