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Ni muertos descansan algunos: el epitafio más zafio sobre Marujita Díaz

Marujita Díaz fue una actriz y cantante con notable éxito en los años cincuenta y sesenta, destacando sus triunfos en el mundo de la copla y la revista. Eso sí, es evidente que muchos la recuerdan por su romance tardío con Dinio García, por sus participaciones en Tómbola o por los escatológicos comentarios que provocaba en Sálvame. Pero estos hechos no son óbices para que algunos aprovechen su muerte hace casi dos años para ajustar cuentas cuando no toca. Es el caso de Jesús Mariñas, que con la intención de homenajear a la recién fallecida Paloma Gómez Borrero no se le ha ocurrido mejor idea que rememorar un viaje a tres por Roma.

 

Primero Mariñas en Tiempo saca maestría para despedir a Paloma: «Jornadas dolientes especialmente con “la Borrero” o “Palomita” que de igual forma la llamábamos mientras muchos la creían novia del Papa: “Non e vero, non e vero, el Papa no es el novio de la Gómez Borrero”, se coreaba en un tiempo que quizá fuera más feliz. Unanimidad en las crónicas nada necrológicas repasando a la casi italiana tras su boda con Alberto de Marchi, un piloto guaperas como suelen serlo –parece sinónimo profesional–, que se prendó nada más verla. Es de la nobleza romana y tiene castillo propio en L’aquila. Unos y otros lloran y añoran a la Gómez Borrero y su anciano marido pretende instalarse en Madrid, alejado de sus tres hijos, muy italianos. Se la llevó un cáncer. Conocedor de lo familiar que era, no entendía su larga estancia madrileña con esporádicas visitas a la Ciudad Eterna. Escamaba su enraizamiento capitalino y, pese a los 82 que no aparentaba, disfrutó al recuperar las tertulias televisivas. Nunca imaginó que acabaría vía TVE, la Cope fue su canto del cisne, sitiando San Pedro con sus follones que son de agárrate.

Ni muertos descansan algunos: el epitafio más zafio sobre Marujita Díaz

Pero más adelante patina el periodista a la hora de recordar a Paloma tirando por la borda a Marujita: «Con Paloma tuve otra intimidad: dormí en su piso romano de la vía Angélica, a dos pasos del Vaticano, a donde iba caminando, mejor eso que en su desvencijado 500 color crema. Sobrevolaba el endemoniando tráfico de la Ciudad Eterna. Sorteaba cualquier peligro, lanzaba pestes y a Marujita Díaz la tuvo en un permanente ay cuando, con la madre de Alejo García, tuvimos una colectiva audiencia papal con Juan Pablo II, al que tanto admiraba. Ella y servidor compartimos estrado a la izquierda del Pontífice. Marujita con impecable, respetuosa pero cantante mantilla española con teja y encaje negro, en primera fila, mezclada con el resto de peregrinos. Nos saludaba de vez en cuando agitando el brazo repleto de pulserones:“¡No mires, que nos saluda, qué vergüenza!” suspiraba mientras al besar al Papa se arrancó con “no te vayas todavía, no te vayas por favor”. Paloma pidió el frasco de las sales a punto de patatús ante semejante show de quien decía estar “invitada al programa de Rafaella para cantar cuatro temas”. Lo consiguió pero solo con uno».

 

El final del relato es apoteósico: «Nos dio el viaje, se coló en mi habitación porque no quedaban vacías, ensuciaba el lavabo poniéndolo negro al desmaquillarse sus tacones de aguja se clavaban en el histórico empedrado y tirábamos de ella para sacarla adelante. Nunca pagó ni un café, menos aún una comida, hasta que insté a Paloma a declararnos insolventes, entonces sacó un fajo de “soldi” como ella decía. Costó hacerle entender que allí no comían tortilla de patatas sino macarroni y tortellini. Tras estrenarse una peli, dejó indignada un cóctel en casa de Rosa María Omaggio al considerarse postergada porque nadie la conocía. Nos avergonzó».