Que la infanta Cristina es una madraza no es ninguna novedad. La hermana de Felipe VI compagina a la perfecciĂ³n su vida en Ginebra y sus compromisos profesionales con su vida personal, y siempre que su agenda se lo permite viaja a Barcelona para ver a su hijo Pablo UrdangarĂn.
Con Miguel de regreso en casa tras finalizar sus estudios de Ciencias del Mar en Inglaterra, Irene en Camboya haciendo un voluntariado desde hace varios meses, y Juan trabajando en Londres para una de las empresas de Alejandro Agag dedicado al incentivo del uso de coches elĂ©ctricos, la hija del Rey Juan Carlos ha intensificado sus visitas a nuestro paĂs -donde tambiĂ©n tiene compromisos laborales- y se ha convertido en algo habitual verla en las gradas en los partidos de Pablo con el Fraikin BM Granollers de Balonmano.
El Ăºltimo, disputado hace unos dĂas contra el Abanca Ademar LeĂ³n, nos ha dejado ver ademĂ¡s la faceta mĂ¡s vulnerable y sensible del joven, y la mĂ¡s maternal de doña Cristina, que presenciĂ³ el encuentro con la novia de su hijo, Johanna Zott. ‘Suegra’ y ‘nuera’ mantienen una maravillosa relaciĂ³n que ha quedado de nuevo patente con las risas, confidencias y gestos cercanos que derrocharon durante toda la jornada.
Un partido en el que Pablo se dejĂ³ la piel pero que terminĂ³ con un empate, provocando que el sobrino de Felipe VI se rompiese y fuese incapaz de contener las lĂ¡grimas despuĂ©s del pitido final, cuando se acercĂ³ a charlar con su madre y con su novia.
Una escena inesperada de la que fueron testigos las cĂ¡maras y en la que la infanta Cristina demostrĂ³ su lado mĂ¡s cariñoso y cercano con su segundo hijo, al que intentĂ³ consolar en presencia de Johanna sin demasiado Ă©xito, con miradas y caricias que reflejan lo unida que estĂ¡ a Pablo, cabizbajo y muy serio a pesar de los esfuerzos de su madre.