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El cuerpo de Cristina La Veneno ha sido incinerado y sus cenizas esparcidas en el Parque del Oeste

Han tenido que pasar 40 largos días con sus 40 noches para que el cuerpo de Cristina La Veneno por fin pudiese descansar en ni puta, ni santa sepultura. La historia de su vida ha llegado al epílogo y tal y como escribía su biógrafa, Valeria Vegas, «ella quería ser incinerada y que esparciesen sus cenizas por el Parque del Oeste», que es el lugar donde ella se sentía feliz, realizada, y donde dejaba atrás a Joselito el de Adra para convertirse en la diva, Cristina La Veneno. Lugar en el que ella misma decía que «los coches hacían cola hasta Albacete para accedermis servicios», exageraba simpática. Allí era donde ella quería pasar el resto de la eternidad y así han respetado su palabra.

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Recordemos que el cuerpo de La Veneno fue analizado por dos forenses distintos. Las causas de su fallecimiento no quedaron claras y su familia no se tragaba el resultado de la primera autopsia. Contrataron a un médico privado para que investigase qué había pasado realmente con Cristina, al encontrarse su cuerpo lleno de moratones -algo que luego hemos descubierto que era bastante habitual en ella- y sus puños ensangrentados. El resultado de esta nueva autopsia fue idéntico al primero: accidente doméstico. Cada noche que La Veneno pasaba en el tanatorio eran 360 euros, sumados a los gastos del nuevo forense y el desembolso de permanecer en Madrid, a la familia se le montaba una deuda de más 30.000 euros que no podían asumir. Finalmente ha sido María Jesús Rodríguez, su madre, quien ha tomado las riendas del asunto y ha decidido terminar con todo esto: su hija se incineraba ayer miércoles día 21 de diciembre, por la mañana, en una reunión familiar tan íntima que ni alguno de sus hermanos estaban al tanto. Por la tarde iban al Parque del Oeste y allí esparcían sus cenizas. Es el fin de una era. Es el fin de una diva. Ahora sí, Veneno, descansa en paz.