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Patricia Llosa olvida a Mario y ya se refiere a Isabel Preysler como su auténtica salvadora

Fue las manos y los pies de Mario Vargas Llosa. Una mujer entregada al lado de un Premio Nobel. Una secundaria de lujo que consiguió mantenerse siempre discreta pero con un papel fundamental. Porque Patricia Llosa no fue una mera acompañante. Ayudó al escritor en sus peores momentos a encontrarse, casi de forma continua, con esas musas que se habían esfumado. Patricia lo fue todo para Mario. Al igual que Mario lo fue, también, todo para Patricia. La suya era una relación de dependencia y necesidad en la que, eso sí, se había esfumado el amor. Por completo. Apenas hacían vida matrimonial, más allá de la impuesta por la sociedad.

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Pero el anuncio del divorcio, de la separación física y emocional, sumió a Patricia en una importante tristeza. Sus hijos, especialmente una Morgana fuerte y combativa, plantaron cara a su padre y le desafiaron, incluso, en público. El apoyo lo merecía su madre, harta de los desplantes amorosos y del escarnio al que le había llevado

Fue entonces cuando pude hablar con Patricia. Lo hice en varias ocasiones y siempre con la máxima discreción. Patricia, además, me pidió que le acercara hasta su domicilio de la calle Flora en Madrid algún ejemplar de un artículo que había publicado sobre el escándalo y que habían recogido diversos medios de gran alcance. Lo hice. Fue simpática y cortés. Demostró tener un gran conocimiento sobre lo que de ella se hablaba.

Las amistades de Patricia

Tiempo más tarde cruzó el charco y ahora cohabita con sus hijos en el Perú que la vio nacer. Desde allí mantiene contacto puntual con cierto sector de la prensa. Después de tantos años dedicada a conversar con periodistas conoce cuáles son los puntos débiles a tener en cuenta: «¿Isabel? Ella es mi salvadora. Esa señora me hizo abrir los ojos, saber quién era la persona que estaba a mí lado», le espetó hace unos días a uno de ellos durante una breve conversación. El mismo me cuenta que su nueva vida dista mucho de la que tenía en España: «además date cuenta que no tiene seguimiento de la prensa. Cuando va a cenar con Pedro (se refiere a Pedro Cateriano, primer ministro del país) ni siquiera tiene trascendencia en los medios». Mucha vida social, muchos amigos -incluso algunos especiales- y consume mucho teatro. Suele pasear con su hermano Lucho todas las mañanas y, hasta la fecha, mantiene personal de servicio en su casoplón del barrio de Barranco, uno de los mejores de Lima.