Carmen Morales lo ha vuelto a hacer. Fue el pasado viernes a las siete de la tarde en el Ateneo de Madrid. Ni siquiera el marco escogido para dar una conferencia homenaje al descubridor de su madre Luis Sanz, ha conseguido sacarle de su destierro. Si hace un mes publicábamos que había justificado su no asistencia al merecido homenaje a su madre, Rocío Durcal, de la mano del periodista José Aguilar asegurando que no le había llegado la invitación, en esta ocasión no hay excusas válidas. Según ha podido saber esta revista, la organización del Ateneo se aseguró, perfectamente, de que Carmen conociera todos los detalles de la convocatoria.
Carmen tuvo- nuevamente- la oportunidad de demostrar respeto por el entorno de su madre rindiendo tributo a la memoria de quien más la quiso. Del que fue su padrino bautismal, Luis Sanz, quien sentía absoluta debilidad por esa niña regordeta que tanto recordaba a su patrocinada Rocío y que ya vislumbraba que llegaría muy lejos cuando, siendo a penas una adolescente, cantaba Sopa de amor junto a su hermano Antonio.
Basta de sepulcros blanqueados. Me pregunto si Carmen también fue tan séptica cuando se abrió el testamento del que fue su padrino bautismal
Su respuesta sigue siendo la misma a tanto desatino. El silencio más absoluto. Nadie de la familia más cercana a Rocío –ni siquiera Susana de las Heras, hermana de Rocío y tía materna de Carmen, Antonio y Shaila que tanto se vanagloriaba de mantener una excelente relación con quién encumbró a la diva de las rancheras- acudió a una cita muy necesaria. Las butacas se quedaron vacías.
Basta de sepulcros blanqueados. Ni una llamada, ni un emotivo recuerdo para quien le dio un giro a la carrera profesional de Rocío Dúrcal al confiarla el papel de su vida con Marianela. Teniendo en cuenta que Luis Sanz, sentía especial predilección por la primogénita de su creación, me pregunto si Carmen también fue tan aséptica cuando se abrió el testamento de su padrino…
