La reina emérita ha sufrido mucho. De cara a la galería, su vida ha discurrido entre sonrisas. De puertas para adentro, entre lágrimas. Se casó muy enamorada de don Juan Carlos pero muy pronto llegó el desengaño. De esa unión, han nacido tres hijos, Elena, Cristina y Felipe. Doña Sofía siempre se había sentido muy próxima a la ex duquesa de Palma hasta que descubrió que la había traicionado.
La imagen del amor

Doña Sofía creía que todos los matrimonios eran como el de sus padres, el rey Pablo y la reina Federica. Ella tenía mucho carácter y él, en ocasiones, tenía que frenarla. Sin embargo, su amor era infinito. Se casaron muy enamorados y así siguieron hasta que la muerte los separó. El rey Pablo se fue de este mundo el seis de marzo de 1964 a consecuencia de un cáncer de estómago que él sabía no iba a superar.
El padre de doña Sofía no quiso que le administraran calmantes para aminorar el dolor tan fuerte que la enfermedad le producía. Sabía que el final estaba muy cerca y decidió pasar sus últimas horas en compañía de su esposa. A solas, los enamorados se despidieron y prometieron encontrarse en otro momento, en otro lugar. La banda sonora de este adiós fue La Pasión según San Mateo, de Bach.
El brindis al sol de Sofía y Juanito

En sus memorias, doña Sofía deja claro que ella y don Juan Carlos se casaron por amor. Ninguno de los dos buscó el beneficio económico en esta unión. Ambas familias tenían una situación económica bastante modesta. La reina emérita define su unión con Juanito como “Un brindis al sol”. Y ya de regreso de la luna de miel, doña Sofía se puso manos a la obra para encajar en España. No lo tuvo fácil porque una buena parte de la sociedad se empeñaba en recordarle constantemente que era una extranjera.
Poco le duró la venda sobre los ojos a la reina emérita. Las continuas escapadas de los sábados de don Juan Carlos, disfrazadas como cacerías con amigos, perturbaban a doña Sofía. Un sábado cualquiera, quiso darle una sorpresa a su marido y la sorprendida fue ella. Al llegar al lugar donde se suponía estaban don Juan Carlos y sus amigos cazando, encontró a un hombre y una mujer que se habían dejado llevar por la pasión.
Sofía se rompió de dolor

Tras el desagradable episodio, doña Sofía quiso separarse. El dolor de la infidelidad era mucho y la reina emérita no quería volver a sufrir. Desgraciadamente, para entonces ya había descubierto la pasión irrefrenable que don Juan Carlos sentía por las mujeres. Por tanto, era consciente de que lo ocurrido volvería a suceder. Y no, a eso no estaba dispuesta.
La reina Sofía estaba noqueada por la infidelidad y sintió la necesidad de alejarse de su marido. Cogió a sus hijos y puso rumbo a La India. Allí vivían su madre y su hermana. Solo junto a ellas pudo llorar hasta deshacerse de ese nudo en la garganta que apenas la dejaba hablar ni comer. Su propósito era firme, no volvería a Madrid con su marido.
Las recomendaciones de la reina Federica

Mientras doña Sofía estaba en La India, don Juan Carlos permanecía en Madrid hecho un manojo de nervios. Sabía de las intenciones de su mujer y eso significaría su final como sucesor de Franco. La partida se jugaba con gran intensidad y, para entonces, ya había aparecido en el tablero Alfonso de Borbón, que había puesto sus ojos en Carmen Martínez-Bordiú.
Solo la reina Federica consiguió quebrar el ánimo de su hija haciéndole ver la vida que le esperaba. Sin fortuna propia ni país natal en el que refugiarse, doña Sofía estaba condenada a una vida en el exilio llena de necesidades. La familia real griega salió con lo puesto cuando los militares les dieron unas horas para abandonar el país.
Lágrimas, la banda sonora del matrimonio de los reyes

Por otro lado, estaba el tema de los hijos. Aunque don Juan Carlos y doña Sofía no tenían entonces la categoría de reyes, si seguían las pautas marcadas entre royals, la custodia de Elena, Cristina y Felipe quedaría en manos de don Juan Carlos. La princesa griega tendría que conformarse con verlos cuando se lo permitieran. En cuestión de derechos en aquella época, las mujeres en España apenas tenían.
Al final, doña Sofía siguió el consejo de su madre. Reconoció que el panorama era desolador, y lo que más le preocupaba, la distancia de sus hijos. Y entonces lloró, lloró mucho pero hizo las maletas y regresó a Zarzuela. Allí la esperaba don Juan Carlos, que la abrazó con efusividad. Sin embargo, la mujer que se fue, nada tenía que ver con la que regresó. Sabía que el dolor y las lágrimas serían la banda sonora de su matrimonio.
La década peligrosa

Doña Sofía necesitaba agarrarse a algo para poder seguir representando esa pantomima matrimonial. Se volcó en la educación de sus hijos, siempre ha sido una madre presente. Encontró un gran aliciente al poder desempeñarse en misiones que consistían en hacer lo que más le gusta, “Ayudar a los demás”. Mientras tanto, la dupla Juan Carlos y Sofía seguía recorriendo el mundo en viajes de representación o en actos en España.
La década de los ochenta fue muy convulsa para doña Sofía. Fue entonces cuando don Juan Carlos confesó estar enamoradísimo de Marta Gayá, a quien daba tratamiento en privado de “My girl”. La mallorquina ha sido una de las mujeres más importantes de su vida pero han existido otras. La lista de deslices extramatrimoniales del rey emérito es alargada.
La otra familia del rey

En el otoño de su vida, don Juan Carlos se enamoró como un quinceañero de Corinna Larsen. Ella, que siempre sintió atracción por la realeza, por no decir que su sueño era ceñirse la corona, dio cancha al rey. No dudó en trasladarse con su hijo menor a Madrid, donde ocupó una casa que estaba a tiro de piedra de Zarzuela, lo que permitía que el rey emérito la visitara con frecuencia.
Durante esos años, Corinna, su hijo y don Juan Carlos se comportaban como una familia cuando iban de vacaciones. De todo esto estaba enterada la auténtica familia del rey emérito, su mujer y sus hijos. En aquellos días, Corinna Larsen expresó ante altos funcionarios de Zarzuela que debía llegar el momento en que ella fuera reconocida socialmente como la mujer de don Juan Carlos. En cuanto a doña Sofía, estaba de acuerdo en que el rey emérito se mostrara junto a ella cuando los actos institucionales lo requirieran.
La gran traición de Cristina a su madre

El rey emérito siempre se ha llevado muy bien con su hija Cristina y su marido. De hecho, según Corinna, don Juan Carlos pedía a sus amigos dinero para insuflar en las arcas de Nóos. Tanto era el entendimiento entre los tres que los ex duques de Palma no dudaron en mostrarse en público junto a Corinna. De hecho, existen e-mails que dan prueba del cariñoso intercambio epistolar entre la rubia e Iñaki Urdangarín.
El día en que la reina Sofía vio a Cristina e Iñaki posando para los medios con don Juan Carlos y Corinna, rompió a llorar. La furia se apoderó de ella. ¿Cómo era posible que su hija la humillara de esa manera? La única explicación, el interés económico, pues el rey emérito apoyó a la pareja en la iniciativa Noos y también hizo un importante préstamo económico para que pudieran adquirir el palacete de Pedralbes.
Cristina decepciona a Sofía

A partir de ese momento, algo cambió. La reina Sofía se sintió muy dolida por la actitud de su hija. Lo consideró toda una traición dado que conocía el dolor que la relación de Corinna con su padre le había causado. Por no hablar de la humillación a la que se había visto sometida. Sin duda, uno de los golpes más duros e inesperados para una madre. La traición es doble cuando quien la ejecuta es una hija.
Doña Sofía tiene muy claro que seguirá ejerciendo de madre, de ahí que siga estando pendiente de Cristina. Otra cosa es que la relación se haya resquebrajado. En cambio, quien siempre ha estado a su lado dándole amor y consolándola ha sido don Felipe. De ahí que hace un tiempo decidiera apartarse públicamente de la ex duquesa de Palma tal cual su hijo le sugirió.
¡Maldita hemeroteca!

Sin duda, doña Sofía tenía una visión distorsionada de Cristina cuando la definió: “Cristina era muy, muy, muy como el rey. Sale a su padre en el carácter. Pero también tiene algo de su abuela Federica, mi madre. Es alegre, bromista, divertida, abierta. Diáfana. Sin recámaras. Lo que hay, hay, y a la vista está.” Seguro que si le preguntaran hoy por la mediana de sus hijas su opinión sería diferente.
Y en cuanto a Iñaki Urdangarín, así opinaba doña Sofía hace unos años: “Es un hombre bueno, bueno, bueno… ¡buenísimo! Tiene un gran fondo espiritual y moral. ¡De una pieza! Sensible, atento, muy bien educado. Y al mismo tiemo, espontáneo, alegre, animado. Como marido y como padre, es un puntal: da una gran seguridad en su casa”. ¡Maldita hemeroteca!