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Las horas que nos podemos pasar despierto sin que nos afecte a la salud

La respuesta «oficial» la ofrece un documentado experimento: son 264 horas, es decir, unos 11 días. Esta cifra se debe al récord mundial que estableció el adolescente y alumno de instituto Randy Gardner en 1965. Pero ese mismo año surgieron los primeros aspirantes que aseguraban haber superado la supuesta marca.  

Aún hoy existen otros candidatos que afirman que han logrado estar más tiempo despiertos que Gardner. El más reciente contendiente es un inglés que se filmó 266 horas sin dormir. La instancia más alta en el tema de récords mundiales, a saber, el Libro Guinness de los récords, no ayuda en este caso: desde hace años desiste de registrar nuevos récords en este ámbito ante la posibilidad de que la persona que se embarque en tal aventura corra riesgos de salud. Por ello, Gardner será siempre el portador «oficial» de la marca mundial de no dormir.

Las consecuencias de no dormir

Las horas que nos podemos pasar despierto sin que nos afecte a la salud

Se sabe que Gardner no era una excepción y que otros han podido aguantar sin dormir un tiempo similar. Algunos voluntarios de experimentos científicos han logrado estar entre ocho y diez días sin caer en los brazos de Morfeo, eso sí, bajo un minucioso control médico. Ninguno de estos participantes comunicó problemas médicos, neurológicos, sensioriales o psíquicos tras la prueba.

A lo largo del estudio, sin embargo, se observaron déficits que iban en aumento conforme pasaban las horas y los días en vela. Según informban los propios sujetos, su capacidad de concentración y de percepción se había reducido y se sentían más apáticos, además de mostrar alteraciones en otros procesos mentales. Pero estos síntomas desaparecían en todos los participantes tras dos noches de sueño reparador.

El testimonio de soldados que permanecieron despiertos cuatro noches seguidas durante el combate aportan más información en este terreno. También el de pacientes con trastorno maniaco que sin tomar medicación estuvieron de tres a cinco días sin dormir. De hecho, desde hace tiempo los médicos aprovechan de un efecto positivo de la falta de sueño: a través de la llamada terapia de privación del sueño, los psicoterapeutas solicitan a los pacientes con depresión que pasen una noche sin dormir, ya que se ha demsotrado que esta medida puede beneficiar de manera temporal el estado de ánimo de algunos afectados.

Con todo, más difícil que responder a la pregunta sobre el récord mundial de permanecer despierto es definir qué significa «estar despierto», señala el cronobiólogo J. Christian Gillin, de la Universidad de California en San Diego. Según se ha visto, la privación del sueño prolongada en personas sanas, además de inducir estados de consciencia alterados de toda clase, provoca frecuentes «sueños de escasos segundos», es decir, episodios cortos en los que el sueño se impone en la persona, así como la pérdida parcial o total del control cognitivo o motor de lo que sucede.

Ello provoca que conductores o pilotos de avión fatigados se duerman y, en el peor de los casos, estrellen su automóvil o avión. Estos sucesos ocurrieron no pocas veces durante la Segunda Guerra Mundial, tras las movilizaciones.

¿Se puede morir alguien por no dormir?

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En los humanos, llaman la atención algunos trastornos poco frecuentes, los cuales arrojan nueva luz a nuestra necesidad de sueño. En el síndrome de Morvan, una forma particular de neuromiotonia y que se caracteriza por síntomas como espasmos musculares, dolores, sudor excesivo, pérdida de peso, alucinaciones periódicas y e insomnio. Investigadores franceses observaron un caso semejante en un paciente de 27 años de edad que llevaba unos meses bajo la privación del sueño. Durante este período no tuvo la sensación de estar dormido ni cansado; tampoco de estar malhumorado o ansioso, o de que su memoria había empeorado.

Pero casi cada día, entre las 21.00 y las 23.00 horas, experimentaba una fase de unos 20 hasta 60 minutos de duración en la que tenía alucinaciones acústicas, ópticas, olfativas o táctiles, y a menudo combinadas con dolores y problemas en la circulación sanguínea de los dedos de las manos y de los pies. Estudios más recientes muestran que el síndrome de Morvan se halla relacionado con ataques de los anticuerpos de suero en los canales de potasio específicos de membranas celulares y nerviosas. La asociación de este fenómeno con la conducta del sueño todavía resulta poco clara.

Un fenómeno parecido sucede en la enfermedad rara de insomnio familiar fatal (o también letal), una enfermedad autosómica dominante, en la que con frecuencia el paciente muere tras estar de seis hasta treinta meses sin dormir. Posiblemente, el nombre de este «insomnio mortal» no resulta muy acertado, puesto que la fallecimiento del afectado resulta de un fallo multiorgánico, no de la privación del sueño.

Aunque este tipo de casos particulares no ofrecen una respuesta reveladora a la pregunta de cuánto tiempo podemos permanecer despiertos, sí desvelan que el sueño per se no resulta importante para la supervivencia: no se conoce ningún caso en el que se haya podido demostrar que la falta de sueño haya provocado la muerte de un sujeto, apunta Gillin. Al fin y al cabo, dormir es, como titulaba el investigador del sueño Wilse Webb (1920-2018) una de sus obras, «un amable tirano»: se le puede repeler, pero nunca vencer.