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Hacer la compra en tiempos de coronavirus se ha vuelto toda una aventura

Lo que antes era el momento social del día para muchos amos y amas de casa, teletrabajadores, personas mayores… se ha convertido en una odisea estresante y en el momento más antisocial del día.

El hecho de tener que guardar la distancia de seguridad ya es incómodo de por si, sobre todo, si se coincide en el supermercado con alguien que uno conoce, no se sabe que hacer, si darse la vuelta disimuladamente o salir corriendo en dirección contraria, no vaya a ser que el conocido se acerque demasiado y podamos contraer el covid-19.

Si no hay escapatoria, uno se saluda desde la distancia, esa distancia que además viene camuflada por un kit de seguridad compuesto generalmente por:

Unas gafas de sol, aunque no haya sol dentro del supermercado, o unas gafas graduadas “de pego”, aunque no tengamos ninguna dioptría, conjuntivitis o algún problema visual conocido, o incluso unas gafas de buceo, aunque obviamente no estemos en la playa, no vaya a caernos una gotita justamente en los ojos ¡y la liemos!

Por una mascarilla quirúrgica, si tienes suerte de haberla encontrado en la farmacia o gracias al comercio electrónico, sino por una mascarilla casera, una de un sólo uso o incluso una mascarilla tuneada unas cuantas veces con rancio olor a lejía, que nos genera una ficticia sensación de tranquilidad.

Y no hay que olvidarse de los imprescindibles guantes de protección, que hacen más complicada el agarre de los producto que se quieran adquirir en la tienda, el pago de la compra… Y que ralentizan la compra. Pero más vale comprar lento que desprotegido, aunque nos hayan obligado al entrar en la tienda a echarnos el gel desinfectante de manos sobre los guantes que traemos de casa, no vayan a estar contaminados de coronavirus y esparzamos el virus.

Pero la aventura de comprar no acaba cuando volvemos a casa, ahora deberemos tener un cuidado exquisito a la hora de quitarnos ese kit de protección al entrar en casa, y no es tarea fácil porque como te tiemble el pulso estás perdido.

Y después de hacerlo malamente, los más precavidos que ya han dejado en el recibidor de su casa los zapatos al entrar, deberán de quitarse la ropa, meterla en la lavadora, ponerla a 60 grados mínimo, y además tener la pericia de que la ropa introducida en la lavadora no se destiña, para seguidamente acomodar la compra en la nevera o en la despensa de casa.

Pero, la cosa no acaba aquí, ahora hay que limpiar con agua y jabón las superficies donde han estado en contacto las bolsas de la compra, quitar todos los envoltorios de plástico de los productos comprados, sumergir las frutas y verduras en agua con unas gotitas de lejía…

Comprar en tiempos de coronavirus se ha convertido en toda un aventura… ¿No será mejor pasarse a la compra online?