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Editorial del director: Belén Esteban se casa pero solo interesa retozando en el fango

De blanco, casi virginal. Así (re) apareció Belén Esteban en el plató de Sábado Deluxe tras anunciar, vía exclusiva en Lecturas, que pasará por el altar con Miguel Marcos. Un anuncio que coincide con la vuelta de las vacaciones de la colaboradora que evidencia la estrategia urdida cada inicio de temporada. 

Está claro que su boda responde únicamente al engranaje de la maquinaria televisiva en la que se ha convertido. Belén ha perdido credibilidad y su argumentario parece cosido sobre la marcha. No tiene demasiado sentido que Belén haya preparado todos los detalles de su boda en cuestión de semanas. Demasiado precipitado. Belén confiesa tener el vestido, el cóctel, el menú y hasta el vestido de la madre. Huele a una carambola contrarreloj, con el único interés de salir a flote ahora que su popularidad ha decrecido notablemente. 

Belén Esteban

Es evidente que la cara dulce de Belén ya no interesa -si es que en algún momento lo hizo-. Solo funciona retozando en el fango, desgañitada en los infiernos. Una noticia feliz como la de su boda solo adquiere dimensión mediática si está salpimentada con escándalos y polémicas. Nada interesa sobre cómo o qué comerán los invitados y, ni siquiera, qué traje vestirá el día del enlace. Solo importa si El Migue posará en la exclusiva que negocia -aunque ella lo niegue- para ponerse en el disparadero. También si Andreíta abandonará su ostracismo para dar color a un reportaje que, en el mejor de los casos, nunca superaría los 100.000 euros. Poco o nada conocen el medio quienes hablan de cantidades tan obscenas como los 600.000 que acuñó Mila Ximénez durante la entrevista de su otrora enemiga. 

Las prohibiciones de Belén

Prohíbe Belén, furibunda y déspota, que se nombre a Miguel Marcos. Que se escarbe en su vida personal y, por supuesto, que no se analice sus posibles económicos. Se siente molesta ante quienes aseguran que, con un sueldo de conductor de ambulancia -que no supera los 1.500 euros- pueda llevar una vida de lujo y despiporre, con viaje a Nueva York y anillo de diamante como regalo de pedida. Insiste en que no va a tolerar que nadie le llame mantenido. Tal vez olvida las veces en las que usó ese mismo adjetivo para dirigirse a María José Campanario o cómo se ríe, a mandíbula batiente, de las idas y venidas de Isa Pantoja, a quien acusa de ser una nini.

Me rechina que también ponga el grito en el cielo porque llamemos a su novio con el sobrenombre con el que ella se dirige a él. El Migue es como esa Campa con la que ella habla de la mujer del padre de su hija. Pero Belén es experta en ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Es la incoherencia que le ha hecho ser uno de los personajes más famosos de este país. ¿Pero será también la losa que acabará hundiéndola?