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Abierta la veda: tras don Juan Carlos, ¿es el turno de los hombres de la Reina Sofía?

Las relaciones extramatrimoniales de don Juan Carlos son un hecho. O, al menos, lo son la cantidad de titulares, noticias y minutos en televisión que está llenando la supuesta afición del Rey emérito a otras faldas que no son las que suele lucir doña Sofía.

Y aunque todavía está por demostrar los nombres de las famosas féminas que han pasado por los brazos del padre de Felipe VI, Cristina y Elena de Borbón, lo cierto es que, como apunta sabiamente el refranero español, cuando el río suena, agua lleva.

Muchos de esos rumores quedarán sin demostrar. Que mira que son discretas y poco dadas a hablar alguna de las supuestas amantes del abuelo de Leonor y Sofía; y si no tomen como ejemplo a Paloma San Basilio o a Marta Gayá, que no han querido ni desmentirnos los dimes y diretes.

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Más allá de todas ellas, hay una que está siendo protagonista indirecta de toda la vorágine informativa que se ha generado en torno a Corinna y Barbara Rey. Se trata, cómo no, de doña Sofía, que por su planta, su saber estar, su discreción, o por ser la madre de los hijos de don Juan Carlos, se merece un respeto.

Pero desde nuestra humilde opinión, vale mucho más por el aguante que ha sabido tener durante años. Que ni los míticos sufridores del Un, dos, tres de Chicho Ibáñez Serrador. Que la suegra de doña Letizia no ha descuidado su papel de Reina en ningún momento y, menos aún, ha dado a entender lo mucho que le dolían los desplantes, las amantes y las tensas situaciones en las que –como en aquella “cacería” en el 76 en una finca de Toledo- podría haber pillado in fraganti a su señor esposo.

Y sea, quizás y precisamente, por ese respeto que tiene toda España hacía doña Sofía por lo que no se ha comentado, más allá de Zarzuela, de Palacio y de su señor marido y Rey, la vida que podría llevar la también suegra de Iñaki Urdangarín. Más allá de ese Palacio, de esa Zarzuela y de ese señor esposo.

Tan sólo Svensk Dam, portal alemán especializado en monarquía, se atrevió a poner nombre y apellidos a cierto hombre que podría haber hecho sonreír en más de una ocasión a la Reina emérita de España. Entonces se señalaba a Alfonso Díez, viudo de Cayetana de Alba y una persona muy cercana a Sofía.

Algo que los más próximos a la Reina, como su hermana e íntima confesora, Irene de Grecia, podrían negar hasta la saciedad… Pero, más allá de Alfonso, qué hay de aquellos viajes a Londres de doña Sofía, de esas temporadas que, decían, había vivido en la capital británica esta insigne monarca asidua a comer aceitunas. Alejada de las “cacerías” de don Juan Carlos y, sobre todo, queriendo permanecer ajena a todo lo que no consideraba ya parte de su matrimonio.

Ay, cómo ha lamentado la Reina emérita no haberse decantado por su primer amor, el príncipe Harald, hoy rey de Noruega.

Doña Sofía no quería ver ni oír. Ahora está dolida y avergonzada porque, lo que antes se callaba, ahora es público. Ya no son inalcanzables, y por eso mismo cabe la pena preguntarse cuánto se tardará en hablar de quién hacía sonreír a la reina. Algunos nombran a Alfonso, otros a un guardaespaldas que, al estilo de Lady Di se granjeó el cariño y la cercanía de doña Sofía… Abierta la veda, ¿toda la familia Real es intocable?