
Lydia Lozano ha vivido uno de los años más duros de su vida y no ha dudado en contarlo con absoluta franqueza. La colaboradora de televisión se rompía en directo al hacer balance de 2025 en el programa ‘El tiempo justo’, un espacio que se convirtió en el escenario de una confesión íntima marcada por el dolor, la pérdida y la resistencia emocional. Con la voz quebrada, reconocía que este ha sido “sin lugar a dudas, el peor año” que recuerda.
La confesión de Lydia Lozano

El golpe más devastador llegó en abril con el fallecimiento de su madre, una pérdida que todavía hoy no ha logrado asimilar del todo. “No puedo con ello”, dejaba entrever mientras explicaba que, desde entonces, su forma de relacionarse con su recuerdo ha cambiado por completo. Lydia no solo piensa en ella, sino que habla con sus cenizas, las interpela, les reprocha y les pide ayuda como hacía cuando estaba viva. Una manera muy personal de mantener un vínculo que se resiste a desaparecer.
A este duelo se sumó, apenas unos días después, otra tragedia familiar que terminó de hundirla anímicamente. En apenas quince días falleció de manera repentina el marido de su sobrina, lo que convirtió aquellos meses en una sucesión interminable de despedidas. “Estábamos de tanatorio en tanatorio”, resumía con una ironía cargada de tristeza, describiendo un año que dista mucho de cualquier idea de normalidad o celebración.
Por si fuera poco, la salud de su marido, Charly, terminó de poner a prueba su fortaleza emocional. El ingreso hospitalario prolongado a causa de una bacteria mantuvo a Lydia en vilo durante meses. Tres meses de hospital, incertidumbre y miedo que ella misma define como una auténtica prueba de fuego para la pareja. “Desde arriba no me echa un cable”, decía refiriéndose a su madre, sin ocultar la frustración de sentir que ni siquiera desde el cielo llegaba el alivio esperado.
En medio de esa mezcla de dolor y humor tan característica de ella, Lydia confesaba que riñe a las cenizas de su madre, que le habla como si estuviera presente y que incluso le reclama no haber protegido lo suficiente a Charly. “Habla con San Pedro, que estás en zona VIP”, bromeaba entre lágrimas, consciente de que esa conversación simbólica se ha convertido en una especie de terapia involuntaria.
Lydia Lozano está preocupada por su marido

La imagen que describió sobre su día a día es tan cruda como real. Al terminar el programa, Lydia regresaba a casa con su marido, que actualmente no siente las piernas y necesita ayuda incluso para sentarse. Ha tenido que alquilar una grúa para moverlo de la cama al sofá y adaptar la rutina familiar a una nueva realidad marcada por la rehabilitación y la dependencia. Aun así, subraya que Charly empieza poco a poco a recuperar musculatura y acude a una clínica por las mañanas, aferrándose a cualquier pequeño avance.
El desgaste emocional ha sido enorme, pero también ha encontrado gestos de apoyo inesperados que la han sostenido en los peores momentos. Lydia no pudo evitar emocionarse al recordar el cariño recibido, incluso por parte de personas ajenas a su entorno más cercano. “La adoro”, decía refiriéndose a la madre del presentador, agradecida por cada palabra y cada gesto cuando más lo necesitaba.
La convivencia constante durante el ingreso hospitalario también sacó a relucir las tensiones propias de una situación límite. Lydia confesó, entre risas y sinceridad, que su intensidad no siempre ha sido fácil de gestionar y que incluso tuvo que marcar límites al ver lo simpático que su marido se mostraba con las enfermeras. “Cuidadito”, le advertía, aunque todo terminaba con una declaración de amor que resumía años de complicidad y afecto.
Al pensar en el futuro, Lydia no pide lujos ni grandes cambios. Sus deseos para 2026 son tan sencillos como profundos: salud, tranquilidad y que Charly vuelva a caminar. Sueña con un milagro, con que esa noche de Nochebuena marque un antes y un después, y reconoce que va a pedir “mogollón”, tanto a la vida como a su madre, con una copa de champán en la mano.
Lydia Lozano nota la ausencia de su madre

Cuando Joaquín Prat le preguntó qué le diría a su madre si pudiera hacerlo cara a cara, Lydia se derrumbó por completo. “La echo muchísimo de menos, era mi mejor amiga”, confesó, dejando claro que esa ausencia sigue marcando cada decisión y cada emoción. Haber conseguido que Charly vuelva a casa, aunque sea en una situación complicada, es una forma de reconstruir algo parecido a un hogar tras meses de incertidumbre.
Sobre las cenizas, Lydia fue tajante. No ocupan un lugar central ni forman parte de ningún altar visible. “Están en un sitio muy bonito”, explicó, guardadas con discreción y respeto. Su madre quería que se dispersaran en un lugar donde hacerlo no es legal, así que decidió conservarlas, sin imaginar que acabarían siendo una herramienta de consuelo diario.
De hecho, reveló entre risas que las cenizas están situadas delante de la cama de Charly, aunque no a la vista de cualquiera. Una presencia silenciosa que forma parte de su intimidad, de su proceso de duelo y de esa conversación constante que mantiene con quien fue su mayor apoyo. Lydia Lozano cierra así un año devastador, entre lágrimas, humor y una sinceridad que vuelve a demostrar que, detrás del personaje televisivo, hay una mujer profundamente humana intentando recomponerse.

