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Carmen Sevilla cumple 86 aƱos, en silla de ruedas, y sin poder escuchar las voces de sus grandes amigos

Carmen SevillaĀ afronta sus horas mĆ”s tristes. Acaba de cumplir 86 aƱos y, desde que se descubriĆ³ que sufrĆ­a el mal del olvido, su vida ha cambiado radicalmente. DejĆ³ su casa de Pintor Rosales para trasladarse a una de las residencias mĆ”s lujosas de Madrid, donde Carmen lucha contra la enfermedad. Aislada de su gente mĆ”s cercana, cuenta con las atenciones puntuales de su hijo, sĆ­, pero alejada de aquel que fue su entorno habitual. Ni siquiera Moncho Ferrer, su amigo mĆ”s fiel, acude a visitarla con la frecuencia de antaƱo. Sus encuentros son ahora mucho mĆ”s limitados. Aseguran a Cotilleo.es que si bien excusan la extrema protecciĆ³n aludiendo a criterios mĆ©dicos incuestionables, tambiĆ©n consideran que Augustito tampoco pone facilidades para que la situaciĆ³n varĆ­e: Ā«EstĆ” completamente hermĆ©tico, es difĆ­cil poder hablar con Ć©l y nos extraƱa que ni siquiera lleve a sus hijos, a los nietos de Carmen, con mĆ”s frecuencia. Ella siempre nos dijo que lo que mĆ”s sufrimiento le creaba era que apenas tenĆ­a relaciĆ³n con ellos. PadeciĆ³ mucho, pero ahora seguramente ya no se acordarĆ”Ā», declara alguien que la conoce muy bien pero que prefiereĀ mantenerse al margen.

Aseguran a esta revista que, cuando todo acabe, pondrĆ”n a cada uno en su sitio y explicarĆ”n el dolor que afrontan ante la nula relaciĆ³n que mantienen con Carmen

Y es que hay miedo. MĆ”s bien terror. Muchas de las viejas amistades de la actriz prefieren omitir ciertos aspectos por temor a represalias judiciales. Pero juran que, cuando todo acabe, quitarĆ”n la careta a mĆ”s de uno paraĀ aclarar las verdaderas relaciones que Carmen mantenĆ­a con unos y con otros. Porque sobre ella se han divulgadoĀ falacias, inexactitudes e injurias que a alguien cercano le interesaba filtrar. Pero, Āæa quien se refieren? Buscando respuestas me encuentro con que el silencio reina en casa de su hijo, a quien acudo para encajar las piezas del puzzle.Ā Augusto no responde a los mensajes ni a las llamadas telefĆ³nicas que, desde esta revista, le realizamos con cierta periodicidad. No quiere contrastar datos sobre su madre y, mucho menos, realizar declaraciones aclaratorias.

augustohijomadre Carmen Sevilla y su hijo Augusto en una de las pocas imƔgenes que hay juntos

Tal es su hermetismo que incluso se niega a confirmar cuĆ”l es el estado actual de Carmen -que estarĆ­a ya en silla de ruedas-Ā y, mucho menos, a darĀ respuesta a las incertidumbres planteadas por sus viejas amistades. Las mismas que han puesto el grito en el cielo ante el flagrante secretismo. El misterio empieza a ser excesivamente denigrante. Algo que no se entiende, teniendo en cuenta que Carmen Sevilla fue un libro abierto ante la prensa. AgradecĆ­a cualquier comunicaciĆ³n y siempre tenĆ­a palabras de afecto para los periodistas. Ā«El tiempoĀ y la enfermedadĀ habrĆ” borrado su memoria, pero no la nuestraĀ», sentencian. Tampoco mi Ćŗltima conversaciĆ³n con ella, de la que, en su dĆ­a, se publicĆ³ un pequeƱo extracto en la revista Lecturas. Si mis dedos reprodujeran todo lo que me afirmĆ³, el revuelo acabarĆ­a conĀ tanta irrealidad…