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Desmontando a Jordi Cruz: la verdadera cara del chef

La fachada del chef Jordi Cruz aparenta ser dura, inquebrantable, de hierro forjado. Sus problemas en cocinas, con otros chefs, o en la exigencia que demuestra en su trabajo, le han llevado a dar una sensación que en el fondo no le corresponde. Un lado romántico y muy personal poco a poco se descubre. Nada es lo que parece cuando pensamos en Jordi Cruz. Empeñado en ser un ejemplo para quien venga detrás lleva por bandera una coraza, en ocasiones, muy difícil de descifrar. Quienes mejor le conocen aseguran que es una grandísima persona, sin embargo, muchas polémicas han girado entorno a su persona, las cuales perjudican dicha estima. En este artículo nos encargamos de desgranar muchas de sus inquietudes y desvelar su lado más desconocido. Sigue leyendo y no te pierdas nada.

Su dura coraza frente a los problemas

Desmontando a Jordi Cruz: la verdadera cara del chef

> Jordi Cruz ha confesado en alguna que otra ocasión que era un niño rebelde. Su único objetivo, ser un chico popular, y conseguir la estima de los demás. “Un día le cogí dinero a mi madre, 10.000 pesetas y compré chucherías para toda la clase. En otra ocasión, mi hermano y yo incendiamos un campo. Gamberradas de chiquillos», contaba en el Chester de Risto. Sin embargo, esto no era todo, pues una grave polémica le salpicaría de lleno. La prensa se hacía eco de una noticia, pues supuestamente los becarios del AbAC no cobraban ni un euro a pesar de trabajar como auténticos empleados del restaurante.

Así se defendía de las acusaciones: «Aprendes de los mejores en un ambiente real, no te está costando un duro y te dan alojamiento y comida. Es un privilegio. Un restaurante Michelín es un negocio que, si toda la gente en cocina estuviera en plantilla, no sería viable (…) Todo es una cerda mentira», decía enfadado aunque terminaba asegurando que se trataba de un contrato en prácticas y que no, no se les pagaba.

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