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Lo que la relación de la reina Isabel de Inglaterra y su hijo Carlos esconde: desconfianza e incomprensión

La reina Isabel de Inglaterra se encuentra más cerca que nunca de abdicar. A sus noventa años, la soberana ha observado un bajón físico que le ha hecho aminorar el ritmo. No se encuentra en plena forma y no parece que vaya a alcanzarla dado lo avanzado de su edad. En igual situación se encuentra su consorte, Felipe de Edimburgo, a quien ya le pesan los actos públicos a sus noventa y cinco primaveras.

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A medio camino entre el siglo pasado y el presente, Carlos de Inglaterra es el claro ejemplo de alguien que no encuentra su lugar. Le pesa la educación recibida, desfasada e inútil para el mundo en que vivimos. Es inseguro y de ahí que se refugie en sus amigos de siempre. La fortaleza de su madre contrasta con su debilidad. De ahí que ni él mismo se vea el candidato perfecto para suceder a la soberana. Encima, él también ha tenido su propia Wallys Simpson en forma de Camilla Parker-Bowles. Prefiere esconderse en sus brazos que afrontar obligaciones. De cuando en cuando, saca su vena filantrópica y recibe a VIPS que pagan una morterada por disfrutar de su compañía. La recaudación la dona a diferentes obras sociales. Tampoco acierta en esto. Rodearse de celebrities aumenta su fama de frívolo. Malos tiempos para la lírica…